sábado, 11 de abril de 2009

LA ALPARGATA MENDOCINA

LA ALPARGATA MENDOCINA
Auge, drama, decadencia y extinción del lencinismo

En el cielo las estrellas,
en la tierra las espinas,
y en el centro de mi pecho…
¡Carlos Washington Lencinas!
La historia es una permanente reformulación del pasado. Un pasado constituido por verdades, mitos, fabulaciones, falsedades. Categorías estas que en algún momento mutan de acuerdo a las interpretaciones que en cada época les van dando los distintos actores. Ciertos mitos alcanzan entidad de verdades de Perogrullo, a veces sin otro sustento que el haber sido repetidos a lo largo del tiempo hasta el hartazgo. Así se da por sentada la existencia de una natural relación de continuidad entre lencinismo y peronismo. Continuidad que no solo se fundamentaría en las supuestas similitudes de ambos movimientos, sino en hechos tales como la residencia del Teniente Coronel Perón en Mendoza, desde enero de 1941 a Mayo de 1942. En ese año y medio en que estuvo destinado a un regimiento de infantería de montaña, el futuro presidente “habría” sido influenciado para siempre por el ideal lencinista. Salvo los valiosos vínculos que para su futuro político que establece con otros militares de la guarnición cuyana, como la amistad con el General Farrell y el Teniente Coronel Mercante, la estadía mendocina de Perón no prueba acercamientos al lencinismo. El otro preconcepto sitúa a este movimiento como la estructura política natural y lógica a partir de la cual el líder justicialista articuló su movimiento en tierra mendocina. La conformación de las candidaturas de 1946, tal como analizaremos en este artículo, refutan de modo incontrastable este aserto. Pero para llegar a ese tiempo historiemos brevemente el fulgurante ascenso y la larga decadencia del lencinismo.

Las montañas se ascienden en alpargatas
El autor de esta frase es José Néstor “el gaucho” Lencinas, legendario personaje mendocino, fogueado en los “veinticinco años seculares de la Causa”, con una destacada actuación en los alzamientos cívicos militares de 1893 y 1905. En esta última intentona, Lencinas logra para el radicalismo el dominio temporal de Mendoza, y cuando el gobierno nacional retoma la situación, protagoniza una cinematográfica fuga a Chile, en una locomotora “expropiada” al Ferrocarril Trasandino.
Cuando en 1918 se convierte en el primer gobernador radical de Mendoza, José N. Lencinas trae consigo aparte de su leyenda, un manejo clientelar de la política, con una base electoral que se sustenta en los sectores populares de una provincia que el roquismo, en la figura de Emilio Civit, ha trasformado en un vergel en medio del desierto, pero que mantiene profundas diferencias sociales.
El lencinismo será al mismo tiempo un movimiento populista y antioligárquico, y una saga familiar que se continuará tras la desaparición en 1920 de José N. Lencinas, en sus hijos: José Hipólito, Rafael y especialmente en el liderazgo ejercido por el primogénito, Carlos Washington “el gauchito” Lencinas.
El padre, y especialmente el hijo, entraron en conflicto con Hipólito Yrigoyen, quien no aceptaba liderazgos competitivos. El Lencinismo ganó sucesivamente todas las elecciones provinciales en la década del veinte. Triunfos que fueron contestados por el poder nacional con reiteradas intervenciones federales. Lo que cual tornó sumamente violento al ambiente político mendocino. Curiosamente ambas situaciones se pueden escalonar por bienios. Así el lencinismo gobierna entre 1918 y 1920 (José N. Lencinas), 1922 y 1924 (Carlos W. Lencinas) y 1926 a 1928 (Alejandro Orfila). En los tres casos estos gobiernos fueron interrumpidos por intervenciones federales
El lencinismo en el gobierno, o mejor dicho en los períodos en que podía ejercer el gobierno entre intervención e intervención, introdujo reformas que constituyen una legislación de avanzada para la época. Leyes provisionales, laborales, diversas medidas en el campo social, hacen del movimiento mendocino un radicalismo popular, similar al que en otros lugares de la Argentina interior aparecen en esos momentos, retomando la mística de la Causa contra el Régimen. Tanco en Jujuy, Bascary en Tucumán, y en especial los alter ego del lencinismo que ocupan la otra parte de la geografía cuyana: los Cantoni. El caso sanjuanino guarda similitudes con el mendocino, y ambos serán funcionales por izquierda a los intereses de la derecha.
Esa popularidad no se sustentó solo en las reformas introducidas, sino también en un manejo autoritario de los modos políticos, en la implantación de un modelo partidario vertical y en una permanente prédica demagógica. Sobre esto conviene hacer alguna salvedad, de lo contrario desde nuestro hoy, el análisis sobre el particular podría incurrir en anacronismo
Los Lencinas convirtieron a la alpargata en un icono de su prédica proselitista. Para entender el porque de esa simbología hay que situarse en esa sociedad, manejada por un sector económico y socialmente elitista, donde la vestimenta tuvo una gran significación: la ropa era un indicador de jerarquía socio-económica y la alpargata fue un claro exponente de una determinada afiliación política por ser indicador de la clase humilde.

Ayuda a comprender la tónica demagógica y paternalista del lencinismo, los ataques que en igual sintonía reciben de todo el espectro político. El anarquismo lo califica de “caudillaje, matonería y barbarie”. Para el socialismo constituye “lo más bajo de la sociedad”. Eso por izquierda. Por derecha “el lencinismo es solo una masa de personas equivocadas, harapientas…analfabetos y mamaos”.
Frente a este discurso intolerante que no deja margen a la convivencia política, el lencinismo contesta de igual manera, sosteniendo que “nosotros somos la evolución, la democracia y la revolución, somos el pueblo descamisado…que se nos moteje de chusma, que gasten los roñosos de alma y corazón todos los adjetivos…”
Esa prédica y en especial las medidas y reformas que impulsa, colocan al lencinismo a la izquierda del yrigoyenismo en el ámbito local, al tiempo que se sitúa a nivel nacional de un modo funcional a la derecha En gran medida, el factor que contribuyó a su encumbramiento fuera de Cuyo, fue el haber servido de estandarte a los sectores antipersonalistas en su oposición a Yrigoyen. Esto constituyó una gran contradicción ya que desde el punto de vista ideológico tenían más afinidad con los radicales yrigoyenistas que con los llamados “galeritas”.
Sin embargo los intereses políticos siguen rumbos que dejan de lado en apariencia la coherencia de ideas. A fines de la década la figura de Carlos W. Lencinas está en el máximo de su popularidad, tal como indica la reformulación con su nombre de la popular cuarteta que abre nuestro artículo. Mendoza (al igual que San Juan) está nuevamente intervenida por el gobierno nacional. En Buenos Aires, el oficialismo parlamentario se niega a tratar y finalmente rechaza el pliego de senador de Lencinas. El yrigoyenismo precisa obtener diputados y senadores adictos, para alcanzar mayoría en las cámaras, aún utilizando métodos que contradicen su prédica fundacional de sufragio libre. En las elecciones parlamentarias de Mendoza y San Juan de 1929, el yrigoyenismo cometió diversas irregularidades, reinaugurando sin saberlo, el fraude electoral que en la década siguiente lo tendría como víctima propiciatoria de la restauración conservadora A finales de ese año 1929 la tensión política va a degenerar en tragedia.
Las dos muertes del “gauchito” Lencinas.
Luego del rechazo de su pliego de Senador, y pese a las amenazas que le llegan, Lencinas decide regresar a Mendoza. Como único recaudo envía un telegrama a Yrigoyen solicitándole garantías. El 10 de noviembre de 1929, al llegar a la estación del Ferrocarril Pacífico una multitud lo esperaba. Se dirigió al Club de Armas donde se organizó de inmediato un acto político. Una tensa calma reinaba entre los asistentes, hasta que en un momento se produjo una confusión entre la multitud. Lencinas se asomó al balcón para solicitar tranquilidad y en ese instante se oyeron unos tiros: el ex gobernador cayó gravemente herido, muriendo horas más tarde.
En torno al presunto agresor, un tal Cáceres, se desató un intenso tiroteo, que culminó con su muerte y la de otras personas. Respecto a los responsables del asesinato de Lencinas, las opiniones de los historiadores están divididas. Ningún investigador se atreve a atribuir el crimen directamente a Yrigoyen. Si se menciona (por lo general sin pruebas que avalen tal acusación) a algunos integrantes de la Intervención. Desde su titular, Carlos Borzani, pasando por dos jóvenes que tendrían nombradía en el futuro: Ricardo Balbín y Arturo Jauretche. Mientras que otros optan por negar toda vinculación del Presidente y hay quienes culpan al propio lencinismo.
Una multitud acompañó los restos de Lencinas al cementerio. Ese impresionante acto de masas fue en realidad el canto del cisne de su movimiento. Concretada de manera increíblemente exitosa la asonada de Setiembre de 1930, los sectores del stablisment nacional no tuvieron ya necesidad de utilizar como caballos de Troya al lencinismo y al cantonismo. No hace a este artículo la proyección posterior del movimiento sanjuanino. Digamos simplemente que los Cantoni siguieron siendo partícipes de la política nacional, al punto que el jefe del clan bloquista, fue nuestro primer embajador ante la Unión Soviética en 1946. No fue por cierto el camino seguido por el lencinismo.
Desde 1930 y hasta 1943, gobernará en Mendoza, con ayuda del fraude o sin el, el Partido Demócrata Nacional, esto es el conservadurismo, cuyos miembros pertenecían a la élite local, los llamados “gansos”. Considerados buenos administradores por su fomento de la obra pública, en la mejor tradición que medio siglo atrás impusiera Emilio Civit, los “gansos” no se caracterizaron por adquirir una nueva sensibilidad hacia los sectores más carenciados.
El lencinismo por su parte no lograba superar la crisis endémica que arrastró desde la trágica muerte de su caudillo. Al punto que en 1935 se disuelve, incorporándose sus afiliados a la Unión Cívica Radical. Este retorno a las fuentes no duró mucho. Seguían considerando a los radicales yrigoyenistas, responsables del asesinato de su líder. Así es que un año después, dirigidos por los hermanos de este, José Hipólito y Rafael Lencinas, reaparecen como expresión política autónoma, definitivamente acotados a la escena mendocina.

Hacia 1945 cuentan con un periódico, La Palabra, desde donde definen posiciones frente a las otras fuerzas políticas. Al “odio ancestral” a la UCR, suma el lencinismo su crítica a los “gansos”, a quienes considera con razón, responsables del fraude y también a la UCR Junta Renovadora, a quien catalogaban de “colaboracionista” por participar algunos de sus cuadros en el gobierno de la Intervención que regía la provincia desde el Golpe del 04 de Junio de 1943.
Esto último demostraba la incongruencia en que había caído el lencinismo. Criticaba a la Intervención a nivel local, y por otro lado apoyaba al gobierno militar que había mandado esa Intervención, por considerar que los pretores junianos habían terminado con el fraude. A su vez muchos de los dirigentes “colaboracionistas” provenían antes que del yrigoyenismo, del lencinismo, pese a lo que estos querían instaurar como origen de sus adversarios en la opinión pública.
Abierto nacionalmente el proceso electoral tras los sucesos de Octubre de 1945, el lencinismo se mostró optimista respecto a los comicios provinciales si estos estaban libres de fraude. Animosos y especulativos descubrieron que su obrerismo “coincidía” con el que Perón había llevado a cabo desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y rápidamente se autoreferenciaron como los auténticos voceros del candidato oficialista a la Presidencia de la Nación.
En un excelente trabajo de investigación, la historiadora Yamile Álvarez, (En torno a los orígenes del peronismo mendocino, incluido en La invención del peronismo en el interior del país, Editorial de la UNL, Santa Fe, 2003), ha demostrado que en un principio Perón intentó articular en tierra cuyana su proyecto político, a partir de una alianza con sectores del conservadorismo, dada la importancia política que tenía el Partido Demócrata mendocino. Tras la negativa de los “gansos”, el coronel eligió como base de sustentación a los sectores conversos del radicalismo tradicional que se aglutinaron –al igual que en otros lugares del país- bajo la denominación UCR Junta Renovadora. No existía por otra parte en Mendoza un partido laborista fuerte.
Así las cosas el lencinismo se lanzó a la contienda con candidatos propios a nivel provincial y apoyando a nivel nacional a la fórmula Perón-Quijano, a la que consideraba continuadora en el vasto territorio argentino de las políticas, que en tierras cuyanas, los Lencinas habían puesto en práctica en la década del veinte. Perón guardaba silencio.
Hicieron una campaña muy activa a partir del uso de su órgano periodístico. Desde La Palabra, recurrieron frecuentemente a la ironía y el sarcasmo a través de versos tales como:
De la máquina al vagón, todo el mundo es de Perón.
De la máquina al foguista, todo el mundo es lencinista.
Quién se embarque en este tren, por fuerza llegará bien.
Si usted se llega a desviar, tendrá que descarrilar.
Progresará la Nación, con Juan Domingo Perón.
Y Mendoza la heroína, progresará con Lencinas.
El peludismo…sin chance, señores…QEPD
Perón seguía guardando silencio. Hasta que La Palabra, dos semanas antes de las elecciones, excede sus propios límites. Publica una fotografía del candidato peronista a gobernador por la UCR Junta Renovadora, Faustino Picallo, donde se lo ve en tiempos del interventor Borzani y lo acusa de ser responsable del asesinato de Carlos W. Lencinas. Esto constituye un llamado de atención para Perón que envía un telegrama a los diarios locales desautorizando al lencinismo a invocar su nombre. Lo cual constituye un baldazo de agua fría para sus dirigentes.

Pese a lo cual, los mismos deciden igual presentar su lista para gobernador y diputados en los comicios del 24 de Febrero de 1946.Los resultados que obtienen son catastróficos: apenas el cuatro por ciento de los votos. Tan solo quedaba el recuerdo del partido que había sido hegemónico veinte años antes. Se concretaba así la segunda y definitiva muerte del gauchito Lencinas. Sin tiempo a elaborar el duelo, dirigentes, cuadros y afiliados pasan a engrosar de manera individual una nueva realidad política donde el lencinismo no es más que un espectro del pasado La alpargata se había deshilachado irremediablemente.

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Prof.Mario Raúl Soria

MENDOZA DONDE LA REVOLUCION DE MAYO LLKEGO EN JUNIO



Si nos atenemos a la terminología predominante en los libros de historia, el 14 de julio de 1789 estalló la “Revolución Francesa”, tremendo acontecimiento político, social e institucional que habría de generar una rotunda ruptura del statu quo vigente y que desencadenaría profundos cambios en Europa y en buena parte del mundo.
Sin embargo, hilando más fino, se puede comprobar que en dicha fecha lo que en realidad ocurrió fue un alzamiento virulento del pueblo de París, la capital de Francia, mientras que el resto de la nación fue ajeno a la conmoción ciudadana focalizada, en un primer momento, en la bella e inquieta Ciudad Luz. Es decir, que en aquel inolvidable e irrepetible 14 de julio de postrimerías del siglo XVIII se produjo una revuelta parisina puntual que aún no podía ser definida como “francesa”; la nacionalización del fenómeno vendría a continuación. De hecho, la “Revolución Francesa” fue en realidad, un largo, conflictivo y cruento proceso que, habiendo comenzado con la ya mítica “toma de La Bastilla”, habría de concluir años después con la restauración monárquica.

Análogamente, la confusión entablada entre momento y proceso revolucionario es extensiva a lo que conocen los argentinos desde que se instaló en el calendario la efeméride alusiva a la “Revolución de Mayo”. El derrocamiento del virrey Cisneros, provocado por sectores patriotas de la sociedad porteña, ingresó a la historia como un acontecimiento trascendente que involucró a toda la nación. No obstante esta percepción colectiva que la historiografía ha consagrado, no quedan dudas de que se trató de un movimiento protagonizado, durante aquel 25 de mayo de 1810, por los habitantes más destacados de la ciudad de Buenos Aires. En las décadas siguientes, la conmemoración del magno suceso, tanto en la capital de la República como en las ciudades y los pueblos del interior, se fijó en dicho día y mes. Paradójicamente, dada la vastedad territorial y los precarios medios de comunicación y transporte disponibles a principios del siglo XIX, en el resto del ancho y largo país de los argentinos la denominada “Revolución de Mayo” en forma explícita tuvo lugar en junio, lo que constituye un curioso galimatías no sólo cronológico.

La Revolución de Junio
Vísperas

En 1810 Mendoza era una próspera ciudad comercial de 18.000 habitantes que junto a las localidades de San Juan y de San Luis conformaba la Intendencia de Cuyo, región que fuera puesta bajo la dependencia del gobernador de Córdoba a poco de crearse, en 1776, el Virreinato del Río de la Plata. Con anterioridad, Mendoza había formado parte del Reino de Chile, con cuyo pueblo mantenía fluidas relaciones, tanto económicas como culturales y sociales. Por su parte, la nueva estructura jurisdiccional contribuyó a incentivar los negocios y el tráfico entre los mendocinos y el ya floreciente puerto de Buenos Aires. Por entonces, una tropa de carretas tiradas por bueyes o una recua de mulas cargada de mercaderías y correspondencia demoraba más de dos meses en atravesar la distancia que separa ambas ciudades, a razón de 2-3 leguas de marcha diaria, aunque “reventando caballos” el periplo podía reducirse a 12 o 15 días.



Por ello, no debería sorprender que el 25 de mayo de 1810 en Mendoza, así como en otros tantos lugares del interior proto-argentino, no haya pasado nada digno de mención. Tampoco hubo hechos destacables el 26 ni el 31 de mayo. Recién durante la segunda semana de junio de aquel frío otoño cordillerano, habían llegado rumores dispersos relacionados con la caída del régimen monárquico en la metrópolis española y con la existencia de cierto alboroto cívico en Buenos Aires, la capital virreinal. En tierras andinas, mientras tanto, había que esperar al 13 de junio para que el proceso de transformaciones iniciara su marcha.



En la noche de aquel día 13 arribó a Mendoza un jinete uniformado que traía la noticia oficial de la destitución del virrey y de la formación del primer gobierno criollo en el Río de la Plata. Manuel Corvalán, comandante de fronteras, era el portador de la novedad que fue comunicada de inmediato a las autoridades del lugar. Como es de suponer, la información que había llegado a la hasta entonces apacible villa era fragmentaria e, incluso, contradictoria, dado que el bando emitido por la Junta Provisional, por un lado se hacía cargo de la acefalía del gobierno español producida en la península ibérica y, por el otro, hacía votos de incondicional fidelidad y obediencia al rey Fernando VII, a la sazón cautivo de las tropas napoleónicas, contradicción que -dicho sea de paso- formó parte de la retórica patriótica durante buena parte de la gesta emancipadora.

Desarrollo
Para los mendocinos, la decisión de adherir al flamante gobierno porteño se complicó cuando, desde Córdoba, el gobernador intendente Juan Gutiérrez de la Concha no sólo recomendó desacatar el mandato invocado por la Junta sino que además ordenó al Delegado local que reuniera los efectivos militares con asiento en Mendoza y que los enviara urgente a la ciudad mediterránea. La idea era incorporarlos a la fuerza de represión que preparaban los contrarrevolucionarios para atacar la ciudad-puerto en estado de rebeldía y reponer a la autoridad “legítima”, es decir, al virrey.



Faustino Ansay, Subdelegado de Real Hacienda, Comandante de Armas, de Fronteras y del 1° Regimiento de Caballería de Mendoza, se manifestó de acuerdo con acatar la imperativa instrucción proveniente del gobernador cordobés y, también, con repudiar al movimiento subversivo triunfante en Buenos Aires. Idéntica opinión expresaron el Tesorero provincial, Domingo de Torres y Harriet; el Contador de la Real Hacienda, Joaquín Gómez de Liaño, y los demás funcionarios coloniales del distrito. Para ellos, acostumbrados a terciar en las frecuentes querellas que se entablaban entre cabildantes y vecinos de la zona, resultó una sorpresa mayúscula el toparse con la unánime posición tomada por los 46 ciudadanos más prominentes de Mendoza, quienes, en el Cabildo Extraordinario convocado al efecto para el 23 de junio, exigieron la adhesión al alzamiento cívico consumado en el Río de la Plata y nombraron un diputado para que viajara a la capital del virreinato en calidad de representante regional.



Luego de algunas marchas y contramarchas causadas por las maniobras del núcleo realista que pretendía ganar tiempo para facilitar la contrarrevolución cuya cabeza visible se aglutinaba en Córdoba, el partido patriótico consiguió apoderarse del control militar de la ciudad y destituir, el día 28 de junio, al comandante Ansay que había intentado consumar un golpe militar para revertir la situación. A renglón seguido, Isidro Sánchez de la Maza se hizo cargo de la Comandancia de Armas.



Si bien es indudable que la llegada de Corvalán, primer enviado de la Junta, apuró la iniciación de la “Revolución de Junio”, es dable reconocer que también ejerció notable influencia en el desarrollo de los acontecimientos la problemática interna que atravesaba por entonces la comunidad local; este clima doméstico sirvió de caldo de cultivo propicio para que la chispa rebelde proveniente de Buenos Aires detonara de inmediato. Efectivamente, las “fuerzas vivas” mendocinas -comerciantes, hacendados, profesionales, incluso clérigos- desde tiempo atrás cuestionaban la dependencia, tanto burocrática como política, que las ciudades cuyanas debían mantener con Córdoba, fruto de la reforma borbónica implantada a mediados del siglo XVIII. Que la distante cabecera de la Gobernación-Intendencia ejerciera jurisdicción sobre toda la región de Cuyo, era motivo de frecuentes conflictos y quejas de parte de los mendocinos que aspiraban a obtener la autonomía.



En este contexto, la noticia de la Revolución junto a la promesa anunciada por parte de la Junta Provisional de incorporar delegados provinciales para constituir un gobierno amplio y representativo a nivel nacional, fue apoyada con genuino entusiasmo por los sectores influyentes y por el pueblo llano de Mendoza. Similar actitud, impulsada por motivaciones autonómicas y libertarias de intensidad diversa, pudo observarse en San Juan, San Luis, Santiago del Estero, Catamarca, Salta, Tucumán y, también, en poblaciones del Litoral y la Mesopotamia. Los máximos referentes de dichas provincias, salvo pocas excepciones, se persuadieron de que el movimiento revolucionario abriría la posibilidad de contar con autoridades regionales autónomas que fueran representativas de cada realidad puntual y de su idiosincrasia singular. Es así que, entre mediados de junio y principios de julio de 1810 el interior apoyó el pronunciamiento de los hombres de Mayo con la genuina expectativa de asegurarle a cada distrito una razonable libertad de acción y administración.

Desenlace
Luciendo flamantes jinetas de coronel, Juan Bautista Morón arribó a Mendoza el 10 de julio de 1810 con la misión de reclutar soldados para repeler la asonada realista que, a las órdenes de Santiago de Liniers, el obispo Orellana y el gobernador Gutiérrez de la Concha, se había atrincherado en la provincia de Córdoba. Por las dudas, Morón detuvo a los funcionarios leales a la Colonia que acababan de ser destituidos por el cabildo mendocino; los cargó con pesados grillos y los envió a Buenos Aires en calidad de detenidos. (Uno de ellos, Ansay, vagó durante 12 años por los presidios y los campos de concentración de prisioneros que existían o fueron creados por entonces. A pesar de ello, el tozudo aragonés se consideraba un hombre de suerte, dado que por poco no estuvo en Cabeza de Tigre enfrentando el pelotón de fusilamiento que acabó con la vida de Liniers y los demás complotados).


El día 26 la Junta de Gobierno bonaerense nombró al coronel José Moldes en calidad de Teniente Gobernador de Mendoza, designación que daba por tierra con las cándidas expectativas locales de elegir un gobierno propio. Moldes traía instrucciones terminantes en cuanto a cómo conducir la ciudad de acuerdo a los designios de la autoridad central que, no obstante el “discurso” previo, desestimaba la participación de los lugareños en el manejo de los asuntos públicos. Los mendocinos comprometidos con el cambio en ciernes empezaban a comprender que el proyecto político porteño no suponía el respeto a las autonomías provinciales ni tampoco consentiría la conformación de un órgano colegiado como instancia superior de gobierno.

Epílogo
La Junta Grande recién pudo comenzar a deliberar en Buenos Aires en diciembre de 1810. Desde el principio, el cuerpo colectivo fue el campo de batalla en el cual las facciones en pugna -saavedristas y morenistas- dirimieron sus diferencias. A propósito de la forma de gobierno, los primeros sostenían la necesidad de que este organismo asumiera un rol ejecutivo; los segundos, en cambio, afirmaban que, frente a la situación de guerra que se abatía sobre el país, era necesario contar con un gobierno fuertemente centralizado que fuera lo menos deliberativo posible. Además, decían que los diputados del interior en su mayoría representaban a sectores conservadores comprometidos con el régimen anterior y que, en esta nueva instancia, se debía aceptar el tutelaje de espíritus progresistas y decididos, que venían a ser ellos, la elite porteña.


Al cabo de algunos meses de funcionamiento caótico, un pusch preparado en la capital obligó a disolver la junta ampliada, mientras que los diputados del interior fueron conminados a abandonar la ciudad-puerto y a volver a sus respectivas provincias. A continuación, asumió el gobierno un triunvirato cuya misión principal se orientó a acentuar el proceso de centralización y militarización del poder político iniciado en mayo de 1810.


La esperanzada “Revolución de Junio”, que estalló simultáneamente en diversos lugares de la incipiente república se había malogrado a poco de comenzar y se apagó junto con el mes que la vio nacer. Desde entonces, los argentinos, tanto de Buenos Aires como del Interior, conmemoramos la “Revolución de Mayo”, que es la que triunfó.

“Para Buenos Aires, mayo significa independencia de España y predominio sobre las provincias. Con razón quiere tanto ese día”.

Juan Bautista Alberdi


Pandemias

¿Qué es una pandemia?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece seis fases de alerta pandémica cuando un virus se convierte en una amenaza. De acuerdo con el organismo internacional, una pandemia es un brote epidémico que afecta a todo el mundo. Las pandemias de la gripe son fenómenos poco frecuentes, pero recurrentes. "Típicamente se han producido a intervalos de entre 10 y 50 años a lo largo de la historia. En el siglo XX se produjeron tres pandemias: la de 1918, que provocó unos 40 millones de muertes, la de 1957, en la que murieron más de dos millones de personas, y la de 1968, con cerca de un millón de víctimas", señala la OMS.
Las pandemias de gripe ocurren cuando aparece una cepa nueva de virus contra la cual la mayoría de la gente no tiene inmunidad natural. Los expertos creen que han estado ocurriendo a intervalos regulares desde al menos el siglo XVI.
Los científicos clasifican los virus de gripe según sus proteínas externas: H por hemaglutinina y N por neuraminidasa. Hay 16 tipos H diferentes y nueve tipos N diferentes, pero las cifras diferencian meramente las cepas y no indican mayor severidad.
Como ya se mencionó en el siglo XX hubo tres pandemias de gripe. Funcionarios mundiales de salud están observando cuidadosamente los actuales brotes de gripe porcina en México y Estados Unidos para ver si existe el riesgo de que este virus detone la pandemia siguiente.
Lo que sigue es un vistazo a algunas pandemias ocurridas en el pasado :
- 1918. La pandemia de gripe española que inició en 1918 fue posiblemente el brote más mortal de todos los tiempos. Fue identificada primero en Estados Unidos, pero fue conocida como gripe española porque recibió más atención de los medios en España que en otros países, los cuales estaban censurando a la prensa durante la Primera Guerra Mundial. La gripe de 1918 fue una cepa H1N1 -diferente a la que afecta actualmente a México y Estados Unidos- y atacó mayormente a adultos jóvenes sanos. Los expertos calculan que causó la muerte de entre 40 uy 50 millones de personas en todo el mundo.¡
- 1957. La pandemia de 1957 fue conocida como gripe asiática. Fue causada por una cepa H2N2 y fue identificada primero en China. Hubo dos olas de enfermedad durante esta pandemia; la primera ola atacó principalmente a niños, mientras que la segunda afectó mayormente a ancianos. Esta causó cerca de dos millones de muertes en el mundo.
- 1968. La pandemia más reciente, conocida como gripe de Hong Kong, fue la más leve de las tres pandemias del siglo. Fue detectada primero en Hong Kong en 1968 y se extendió globalmente en los dos años siguientes. Las personas más susceptibles al virus fueron los ancianos. Aproximadamente un millón de personas fallecieron por la pandemia de cepa H3N2.
En 1976, una cepa de influenza porcina comenzó a infectar a las personas en Fort Dix, Nueva Jersey, y preocupó a los funcionarios de salud estadounidenses porque se creía que el virus estaba vinculado con el que provocó la gripe española de 1918. Cuarenta millones de personas fueron vacunadas pero el programa fue interrumpido después de que varios casos del síndrome de Guillain-Barré, un trastorno grave y algunas veces fatal vinculado a algunas vacunas, fueron informados. El virus nunca se movió fuera del área de Fort Dix. La gripe aviaria H5N1 es la amenaza de pandemia más reciente. Apareció por primera vez en 1997 y continuó infectando a los humanos que tenían contacto directo con gallinas. El virus H5N1 o gripe aviar no se propaga fácilmente de una persona a otra. Desde el 2003, el virus H5N1 ha infectado a 421 personas en 15 países y ha provocado la muerte de 257. Ha matado o provocado una matanza selectiva de más de 300 millones de aves en 61 países en Asia, Oriente Medio, Africa y Europa.
En todo caso, las autoridades del organismo mundial han insistido en que aún se pueden minimizar los efectos de este brote de gripe porcina, pese a que ya se ha verificado su transmisión de persona a persona. En qué consiste cada fase:Fase uno: El virus de la influenza circula entre animales y no se reporta la transmisión a humanos. Fase dos: El virus presente en animales domésticos y salvajes infecta a los humanos, por lo que se considera que una pandemia se puede desarrollar. Fase tres: Grupos pequeños de personas adquieren la infección. El contagio entre humanos ocurre de forma limitada y bajo circunstancias específicas. Sin embargo, el hecho de que el virus se transmita entre personas no necesariamente significa que causará una pandemia. Fase cuatro: Se verifica la transmisión entre personas y el virus causa brotes de la enfermedad en comunidades. En esta etapa aumenta el riesgo de que se desate una pandemia, pero no necesariamente significa que sea inminente. Fase cinco: Se caracteriza por el hecho de que el virus se esparce entre humanos en al menos dos países de una misma región del mundo. La declaración de esta fase es un mensaje claro de que la pandemia es inminente y que el tiempo para que se implementen medidas para mitigar la infección es breve. Fase seis: Ocurre la pandemia, es decir, la enfermedad está presente en distintas regiones del mundo. En la fase siguiente, que se genera después de que el virus alcanzó su punto máximo, los niveles pandémicos de la enfermedad se reducen. No obstante, es incierto si se producirán nuevas oleadas de la enfermedad. En el período posterior a la pandemia, la influenza retorna a los niveles normales de la gripe estacional. Se trata de la etapa de recuperación.


Influenza mortal: Mendoza ya lo vivió

En 1918 la fiereza de la gripe española conmovía al mundo. Llegó a la provincia, cobrándose 300 vidas. ¿Qué pasó ayer con esta epidemia? ¿Qué puede pasar mañana?

Desde el extranjero, varios individuos llegaron a la provincia de Mendoza y se alojaron en la casa de unos parientes españoles que vivían en la ciudad. A los pocos días, los viajeros comenzaron a sentir síntomas de decaimiento, fiebre muy alta y mucha tos. Con el correr del tiempo, la situación de los enfermos era cada vez más grave. Este cuadro virósico se extendió a los vecinos y la enfermedad comenzó a propagarse con rapidez entre los habitantes.

Los diarios informaban que existía una epidemia en España y que había cobrado gran cantidad de víctimas.

El gobierno de la provincia tomó medidas sanitarias y llamó a los mejores facultativos para detectar cuáles eran las causas de la epidemia.

Desde el ente de salud señalaron que se trataba de un virus denominado influenza H1N1 y que si no se tomaban acciones profilácticas inmediatas podría causar la muerte de gran parte de la población.

Esta historia se desarrolló a mediados de 1918, pero tiene mucha actualidad, desgraciadamente, al compararla con la reciente epidemia de “gripe porcina” o “mexicana” que está causando centenares de muertos en el país azteca y que amenaza extenderse. Entonces, ¿qué pasó ayer, qué puede pasar mañana?

El mundo afiebrado

Corría 1918 y la Primera Guerra Mundial estaba a punto de finalizar, pero comenzaba una nueva batalla; ahora contra el virus H1N1.

Esta epidemia, mal llamada “gripe española”, tuvo su primer caso en Kansas, Estados Unidos, el 4 de marzo de ese año. Por entonces el virus sólo causaba una dolencia respiratoria leve, aunque muy contagiosa, como cualquier gripe. En abril ya se había propagado por toda Norteamérica, y había cruzado el Atlántico para instalarse en Europa con las tropas americanas.

En Francia el mismo virus se extendió principalmente en la ciudad de Brest. Ya se sabía que causaba neumonía con rapidez y, a menudo, la muerte, sólo dos días después de los primeros síntomas.

Luego pasó a España en donde se contagiaron millones de personas. Era imparable. Los brotes se extendieron a casi todas las partes habitadas del mundo, empezando por los puertos y propagándose por las carreteras principales. Sólo en India hubo 12 millones de muertos.

Argentina no escapó del flagelo: en nuestro país se registraron más de 4.000 muertos.

Al finalizar la primera guerra (1914-1918) murieron nueve millones de personas. La gripe española de ese mismo año acabó con la vida de 40 millones. Fue la peor de las tres epidemias mundiales de gripe del siglo XX (1918, 1957 y 1968) y, de hecho, la peor pandemia de cualquier tipo registrada en la historia.

¿Cómo se vivió en Mendoza?

Los pobladores de nuestra ciudad y algunos departamentos empezaban a enfermarse de esta “grippe”-como se escribía en aquel tiempo- contagiándose súbitamente, pero la respuesta de las autoridades sanitarias de la provincia fue inmediata y muy eficiente. Es probable pensar que estaban no muy lejanos los ingratos recuerdos de la epidemia del cólera producida a fines del siglo XIX.

Sin embargo, las autoridades nacionales no habían tomado ninguna decisión para atacar esta pandemia, ya que el gobierno nacional estaba pensando en los próximos comicios electorales.

Esto causó el desagrado de los funcionarios locales.

Todos los días, más y más personas se enfermaban y la asistencia pública no daba abasto con los enfermos que llegaban para internarse. Los más graves eran trasladados a las llamadas casas de aislamiento en donde se les asistía intensivamente.

Los focos de mayor infección se habían ubicado en las calles Chile, General Paz, Godoy Cruz hasta Barcala. También se tenían noticias de que en los departamentos de Luján y de General Alvear la epidemia se había cobrado gran cantidad de vidas.

Ni el gato quedó en la calle

Fue tal el contagio masivo que hasta los principales miembros del gobierno estaban enfermos, pero no por eso dejaron de ejecutar acciones para frenar la “gripe española”. En la ciudadanía cundió el pánico pero, inmediatamente, el entonces director de salud, doctor Eduardo Teseire, ordenó el cierre de la frontera con Chile y formar un cordón sanitario en la localidad de Las Cuevas.

También se decretó la suspensión de las actividades escolares por varias semanas. Se suprimieron las actividades recreativas y públicas, ordenándose el cierre de teatros, confiterías y cines. Por ordenanza municipal se tomaron las precauciones para que los vendedores de carnes, verdura y otros alimentos, cumplieran al máximo con la higiene.

Además se desinfectaron los templos de la ciudad y se pidió a los fieles que no concurrieran masivamente a las iglesias por el contagio de la enfermedad. Hasta se suspendieron los partidos de fútbol, que en aquel momento comenzaban a ser una pasión para los mendocinos.

Las calles de la ciudad estaban desiertas, no había tranvías, los negocios estaban cerrados y se veía muy pocos carros transitando las avenidas.

La poción salvadora

En aquel momento no existían los barbijos, ni guantes de látex, ni gel para prevenir este virus.
Tampoco había un medicamento que pudiera curar la enfermedad, como hoy es el caso del oseltamivir, comercialmente llamado Tamiflu.

Solamente los facultativos recetaban un medicamento a base de esencia de canela y alcohol que debían dar al paciente, en una cucharita, disuelto en agua azucarada cada tres horas. Habían otras pócimas salvadoras que vendían las farmacias de la ciudad.

Como toda epidemia, con las medidas tomadas y con el tiempo, fue decreciendo. Poco a poco, la población comenzó a recuperarse de aquella gripe. Lo que no se publicó entonces fue que, al menos, 300 mendocinos fallecieron.

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