jueves, 26 de marzo de 2009

CRISIS DEL CAPITALISMO 1929

Crisis del Capitalismo y de la democracia liberal.
la primera posguerra el período 1919 – 1929 la Gran Depresión de 1929. Consecuencias de la crisis de 1929 Impacto en la gobernabilidad de las democracias. Soluciones a la crisis La teoría económica de Keynes Intervención del Estado en economía. El new deal. La presencia estadounidense en América latina el imperialismo estadounidense. La depresión de 1930 y su repercusión en América latina: la crisis de los modelos agro exportadores

La crisis del capitalismo

LA PRIMERA POSGUERRA EL PERÍODO 1919 - 1929

El período que media entre la finalización de la Primera Guerra Mundial y el crac de la bolsa de Nueva York estuvo cargado de contradicciones.
Por un lado el fin de la guerra no puso fin a las penurias de los europeos que se vieron absorbidos por la reconstrucción de sus economías. Por otro, la economía americana atravesó por un ciclo expansivo que se tradujo en una prosperidad sin precedentes. Sin embargo esa aparente bonanza no estuvo exenta de ambigüedades. El ciclo expansivo americano se quebró bruscamente en las postrimerías de la década originando una crisis cuyas repercusiones conmovieron a todo el mundo capitalista.
La guerra mundial había supuesto una ruptura con los cambios iniciados en la Segunda Revolución Industrial y sus efectos se hicieron notar:
Desarticulación de los intercambios comerciales internacionales.
Participación creciente de los estados en economía y la desaparición del liberalismo económico típico del siglo XIX.
Adaptación de la producción industrial a las necesidades bélicas.
Recurso a las reservas monetarias por parte de los estados ocasionando con ello una fuerte inflación.
Al finalizar el conflicto era necesario reconvertir una economía volcada en la guerra en otra de paz. El camino hacia la consecución de ese objetivo estuvo plagado de dificultades.
En un primer momento los países europeos, los más afectados por el conflicto, iniciaron un tímido despegue pero pronto esa recuperación sufrió un frenazo. No fue hasta 1924 cuando de nuevo se produjo una reactivación de la economía internacional. La excepción a esta situación la constituyeron los Estados Unidos que salieron de la guerra convertidos en la mayor potencia del mundo. Durante el conflicto se habían erigido en proveedores de materias primas, alimentos y bienes manufacturados y con ello en acreedores de sus aliados.
Durante la posguerra siguieron jugando un papel económico esencial. Europa les adeudaba aproximadamente 10.000 millones de dólares. Las dificultades que aquejaban a las economías de los antiguos contendientes no tuvieron reflejo en la potencia americana. La situación se mantuvo hasta finales de la década de los "felices años veinte".
Dos fases segmentaron la década de los veinte:
1920-1924, de crisis
1924-1929, de crecimiento
La crisis de posguerra (1920-1924)
Concluida la guerra los antiguos contendientes acometieron la reconstrucción de sus respectivas economías. 1919 fue un año de relativo crecimiento debido a la demanda de bienes de consumo doméstico y al positivo efecto de los créditos norteamericanos.
Pero las secuelas de la guerra (inflación, desmovilización tropas, falta de puestos de trabajo, endeudamiento, dislocamiento financiero, etc.) condujeron a una crisis que se inició en 1920 y no se superó hasta 1924. Esta recesión obedeció en parte a las dificultades de reconversión de una economía bélica en otra de paz y a los desajustes entre oferta y demanda. Ésta última se estancó tras el momentáneo tirón de la adquisición de efectos domésticos que había sido aplazada hasta la consecución de la paz.
Alimentaron la crisis dos problemas esenciales: el de las deudas contraídas durante la contienda, y el de las reparaciones de guerra que Alemania se veía obligada a pagar a los vencedores (Versalles). La relación entre ambos fue estrecha, y el papel jugado por los créditos americanos en su solución, fundamental.
Estados Unidos, acreedor de los aliados, aplicó para controlar la inflación una política restrictiva de préstamos tendente a reducir la masa monetaria circulante o lo que es lo mismo, puso en práctica una estrategia deflacionista al tiempo que implantaba medidas proteccionistas. El efecto consiguiente fue la disminución de la actividad económica europea y una escalada del paro.


Gran Bretaña era acreedora de los aliados por un valor de 1300 millones de libras, pero a su vez era deudora de los Estados Unidos por un monto de 850 millones. No es de extrañar que reclamase los pagos a sus deudores para poder atender sus propias responsabilidades.
Francia por su parte cifraba sus esperanzas de solventar sus deudas con los Estados Unidos en el cobro de las altas indemnizaciones de guerra que confiaba percibir de Alemania. A lo largo de la década ejerció una constante presión sobre ésta para obligarla al pago de dichas cantidades que algunos economistas (Keynes) consideraban excesivas.
Alemania, la peor parada, debía desembolsar la cantidad de 6.000 millones de libras con un pago inicial de 1.000 millones. Su economía no estaba preparada para semejante esfuerzo y no pudo hacer frente a las entregas. Como medida de presión para hacer pagar a Alemania el ejército francés ocupó la zona industrial del Ruhr en enero de 1923. El marco, la unidad monetaria alemana, perdió gran parte de su valor, se devaluó y provocó una desbocada hiperinflación que disparó los precios y originó altos niveles de desempleo
La difícil solución del problema obligó a abordar la cuestión de las reparaciones de guerra desde una perspectiva diferente. Es lo que hizo el llamado Plan Dawes seguido del Plan Young: rebajar las cantidades que estaba obligada a liquidar Alemania (finalmente condonadas en la Conferencia de Lausana de 1932). Cuando finalmente se puso término al tema de las indemnizaciones, Alemania había satisfecho el equivalente a una cuarta parte de las cantidades que inicialmente habían sido fijadas en el Tratado de Versalles.
Período de crecimiento (1924-1929)
A partir de 1924 y hasta 1929, la economía emprendió el camino de la superación de la crisis de posguerra. Los Estados Unidos se alzaron como la mayor potencia del orbe. Este período de bonanza económica fue acompañado de comportamientos marcados por el optimismo y el consumismo asociados al fenómeno denominado "felices años veinte
En gran medida la recuperación se debió a la puesta en práctica en 1924 del Plan Dawes (del financiero y político norteaamericano Charles Dawes) que redujo las cantidades que Alemania debía abonar a los vencedores de la guerra, flexibilizaba su pago y, sobre todo, arbitraba la concesión de importantes créditos que le permitían hacer frente a tales satisfacciones.
El objetivo del plan era hacer que Alemania estuviese en disposición de pagar a sus acreedores y que éstos, a su vez deudores de Estados Unidos, pudiesen saldar sus obligaciones con ellos, estableciéndose una especie de circuito del dinero que, en definitiva, volvería a su lugar de procedencia.

El plan contemplaba asimismo el abandono a partir de 1925 del territorio del Ruhr que había sido ocupado por franceses y belgas en 1923. En el plano político se inauguró un período de distensión que se completó en 1925 con los acuerdos de Locarno a raíz de los cuales Alemania fue admitida como miembro de pleno derecho en la Sociedad de Naciones.
Sobre esas bases de estabilización económica y optimismo político se sustentarán los "Felices años veinte"
Los "felices años veinte"
La reactivación iniciada en Estados Unidos en 1922 (tras la crisis de 1921) se extendió algo más tarde (1924) por Europa y abrió las puertas a una etapa expansiva de la economía mundial que propició un clima de euforia y ciega confianza en el sistema capitalista.
Se pusieron en marcha las transformaciones heredadas de la Segunda Revolución Industrial, concretadas en:
El desarrollo de nuevos sectores de la producción (químico, siderurgico, alimentario, automoción).
La utilización de nuevas fuentes de energía: electricidad y petróleo.
La introducción de nuevas formas de organización del trabajo: taylorismo, estandarización, fordismo.
La concentración de capitales en torno a grandes corporaciones (trust, cartel, holding), especialmente en USA y Alemania.
Los Estados Unidos se erigieron en la locomotora de la economía mundial. El modelo de vida americano se exportó a todo el mundo.

Fue el "american way of life" que sedujo a los europeos, cimentado en la extensión del consumo individual de bienes (automóviles, teléfonos, electrodomésticos, etc.) impulsado por la publicidad y sostenido por el crédito fácil, barato y atractivo de las ventas a plazos.

Los espectáculos de masas (cine, deportes, cabarets, teatro), el interés por la alta costura, las nuevas corrientes musicales (jazz, charleston, blues) se conviertieron en objetos de consumo y sirvieron de base a toda una industria hasta entonces casi inexistente (Holliwood, discográficas, moda, etc.).

La prensa conoció un gran esplendor, proliferaron las revistas especializadas, las deportivas, las dedicadas a la mujer. Fenómeno destacado lo constituyó la radio cuyo mensaje se difundió por todo el territorio fuese campo o ciudad, empleándose como excelente instrumento de publicidad. Al final de la década existían casi 14 millones de receptores en Estados Unidos.
La América opulenta fue percibida por los ojos de todo el mundo como el paradigma de las libertades, de las posibilidades de enriquecimiento y bienestar. Los valores que impulsaban esa sociedad eran los del éxito, la iniciativa y el esfuerzo individual.
Por contra la pobreza y el fracaso eran considerados como signos de pereza, falta de inteligencia, debilidad e incompetencia.
El país se exhibió como en un escaparate donde todo era posible y fue proyectado por los medios de comunicación de masas (cine, publicidad, etc) hasta convertirlo en la Meca soñada de los desheredados.
Una fuerte inmigración afluyó desde todos los rincones del mundo (alemanes, polacos, italianos, chinos) en busca de oportunidades, estableciendo en las ciudades auténticos barrios de extranjeros donde reinaban la pobreza y la exclusión.

Estos inmigrantes eran portadores de otras lenguas, religiones, costumbres, diferentes ideales políticos, que chocaron con los de la vieja población que se aferraba a los conservadores valores del modelo "WASP" (blanco, anglosajón, nativo y protestante).
La percepción de la "otra América", se convirtió en un grave problema social, político y moral.

La Administración conservadora republicana optó por una política de control de la emigración (Leyes de 1921) y desde postulados racistas prohibió la entrada de individuos de origen asiático restringiendo asimismo la entrada de europeos, especialmente de eslavos y latinos, mediante leyes como la Immigration Act de 1924 (también conocida como "Johnson-Reed Act").

Desde una mentalidad puritana, se pensó que el país estaba siendo corrompido por ideas y modos de vida extranjeros a los que se identificó con el consumo de alcohol. La prohibición de su consumo ("Ley Seca" de 1921) fomentó la creación de bandas organizadas que ejercieron el control de un floreciente contrabando y del mercado negro, acrecentando el fenómeno de las mafias y el gansterismo (Al Capone y otros).
Este optimismo que en Estados Unidos impregnó a las clases altas y medias, en el resto del mundo se redujo a los sectores más acomodados, los únicos con suficientes recursos para imitar el modo de vida americano.
El ciclo expansivo se detuvo de manera virulenta con el estallido de la crisis desencadenada por el hundimiento de la bolsa de Nueva York en octubre de 1929 y en su lugar se abrieron paso el pesimismo y la desesperanza propios de la "Depresión de los Treinta
LA CRISIS DE 1929 y LA DEPRESIÓN DE LOS AÑOS 30
Con el crac de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929 se inició un período marcado por una profunda recesión que se extendió a lo largo de la de la década de los treinta y que tuvo repercusiones no solo el ámbito económico sino también en el social y político. Representó un importante bache en la producción, desajustes en el mercado laboral y contribuyó a la exaltación del nacionalismo y autoritarismo fascistas.
Causas de la crisis de 1929
El desplome de Wall Street fue provocado por una serie de causas gestadas tiempo antes y que perturbaron fuertemente la economía norteamericana:
Sobreproducción
Especulación
Inflación crediticia
Dependencia de las economías
Sobreproducción
Carlos Marx ya había reflexionado a mediados del siglo XIX sobre las crisis inherentes al capitalismo. Los ciclos expansivos eran seguidos de períodos de recesión. Hasta los inicios del siglo XX economía capitalista había padecido desequilibrios que el propio mercado había resuelto en forma de crisis. Pero la que acaeció en 1929 conmovió los fundamentos de la economía liberal. Una de las causas que la gestaron fue la sobreproducción.
La entrada en guerra de los Estados Unidos en 1917 inauguró una etapa de fuerte crecimiento. Su economía continuó a pleno rendimiento durante los años de posguerra alcanzado su cenit en 1924.

El mercado fue inundado de mercancías, pero la demanda no creció a igual ritmo, lo que condujo a un desequilibrio que desembocó en la saturación del negocio y la acumulación de stocks invendibles.
El corolario fue la caída de las tasas de ganancia empresarial. El descenso de ventas se pretendió corregir mediante el recurso a créditos fáciles y la venta a plazos.

Los norteamericanos se endeudaron recurriendo a los bancos en busca de financiación para la adquisición de electrodomésticos, automóviles y otros bienes de consumo. Esta situación se prolongó durante algún tiempo, hasta que finalmente entró en conflicto con la economía real.
Por otra parte, la prosperidad no afectó a todas las áreas por igual y quedó restringida a la industria de bienes de consumo. En el campo y en el sector de las materias primas el escenario fue bien distinto.
El mercado americano se vio atiborrado, tras una sucesión de excelentes cosechas de productos agrícolas. Los stocks se fueron acumulando por cuanto la demanda europea, muy elevada durante los años de guerra, se redujo tras el conflicto.

La reacción de los productores que intentaban mantener sus ganancias fue intensificar la producción pero el efecto que se consiguió fue adverso: el desplome de los precios. Los costes de producción superaban los beneficios. Entonces las autoridades federales pusieron en práctica una política de signo proteccionista que incentivaba la destrucción de cosechas y la adquisición de excedentes con la pretensión de estabilizar los precios.

A partir de 1926 los agricultores experimentaron serias dificultades en la devolución de sus préstamos bancarios. Éstos habían sido suscritos a fin de modernizar sus explotaciones. Durante la guerra mundial los precios de los cereales y otras mercancías habían sufrido una importante alza.

La demanda y consiguiente exportación de grandes cantidades de trigo, carne y otros bienes había generado buenas expectativas de ganancia y animado a los agricultores a endeudarse en la adquisición de maquinaria, aperos y nuevas tierras.
Al concluir la contienda, la consiguiente disminución de las importaciones de los países beligerantes se tradujo en el incremento de los excedentes y el consiguiente desplome de los precios.
Los campesinos fueron incapaces de saldar las deudas contraídas con los bancos y perdieron sus propiedades, casas y máquinas, viéndose obligados a emigrar a las ciudades.

En 1924 la extensión de las tierras dedicadas al cultivo había descendido por debajo de la alcanzada en 1919.
Especulación
La economía norteamericana de los años veinte se sustentaba sobre frágiles pilares pues en parte estaba orientada a la especulación. Las ganancias empresariales no se destinaban a la mejora de la productividad sino a negocios fáciles y rápidos. Los excedentes monetarios iban a parar a las bolsas donde se adquirían acciones a bajo precio y se vendían cuando su cotización era elevada. A partir de 1926 ese modelo económico entró en declive. La saturación de mercado y el descenso de la demanda provocaron una disminución en la inversión industrial. El campo sufrió igualmente una crisis de sobreproducción y los agricultores se vieron sometidos a una sustancial reducción de sus beneficios.

Paradójicamente este panorama no se correspondía con la euforia vivida en el mercado bursátil, donde la escalada de la cotización de las acciones era ininterrumpida y estimulada por la alta demanda de las mismas.

La razón esencial de este crecimiento había que buscarla en la crisis industrial, ya que la merma de los beneficios empresariales alentaba al capital a buscar otros ámbitos donde hacer negocios.

Parte del problema radicaba en que la fuerte demanda de acciones se sustenta en capitales obtenidos mediante créditos: los bancos prestaban dinero con la sola garantía de las acciones adquiridas.

En origen del crecimiento bursátil se apreciaban rasgos claramente especulativos (oferta y demanda de acciones) que provocaban un desequilibrio entre el mercado de valores y la economía productiva.

La interrupción del circuito generado (compra de acciones con dinero procedente de anticipos crediticios-obtención de fáciles ganancias) fue uno de los factores que determinaron el desplome de la bolsa un vez que, perdida la confianza en un crecimiento ilimitado de la misma, hubo inversores que optaron por retirar sus capitales.
La especulación no sólo afectó al mundo bursátil, también se extendió a ámbitos tales como el de la segunda residencia: hubo zonas, como Florida, que asistieron a un boom inmobiliario sin precedentes. Las viviendas se compraban y enajenaban con el solo ánimo de obtener rápidas ganancias y sus precios se duplicaban o triplicaban en tan solo unos meses.
En resumen: puede decirse que gran parte de la actividad económica de los años veinte se sustentaba en inversiones fáciles y a corto plazo, dejando de lado las actividades esencialmente productivas, muy afectadas por el fenómeno de la sobreproducción.
Inflación crediticia
Inflación crediticia
En una economía recalentada con un elevado nivel de saturación del mercado, se generalizó el recurso al crédito bancario como medida para contrarrestar el descenso de demanda e incentivar el consumo de bienes procedentes de la industria (automóviles, teléfonos, refrigeradores, etc).

Un ejemplo de la generosidad con que se recurrió al dinero anticipado fue la concesión de préstamos destinados a la adquisición de acciones de bolsa. Los bancos que en muchos casos eran de pequeñas dimensiones y estaban dispersos por todo el territorio nacional, fomentaron tales operaciones por considerarlas rentables.

Prestaban dinero a los brokers, que a su vez facilitaban a sus clientes anticipos para la compra de acciones, usando como garantía esos propios valores; la sostenida demanda de títulos elevó el valor de éstos y contribuyó al alza ininterrumpida del mercado bursátil.
La masiva utilización de créditos estuvo estrechamente ligada a la crisis de sobreproducción y se hizo a costa de los ahorros familiares, favoreciendo una errónea percepción de bienestar y progreso.
Dependencia
La economía americana se había convertido a lo largo de los años veinte en el eje en torno al cual giraban las del resto del mundo. Cuando comenzó a presentar problemas sus efectos se dejaron sentir en todos los rincones del planeta.
Tal dependencia se gestó durante en el conflicto mundial de 1914 durante el cual los aliados fueron recibiendo cuantiosos créditos que les permitieron la adquisición de material bélico, materias primas y alimentos.


El fin de la guerra no alteró tal situación; por contra los préstamos se extendieron incluso a los antiguos enemigos vencidos, especialmente a Alemania que los empleó para satisfacer los pagos de las indemnizaciones de guerra.

Las economías americana y europea estaban pues estrechamente vinculadas.
Cuando a raíz de la crisis de 1929 el presidente Hoover, siguiendo una política proteccionista, elevó los aranceles sobre los bienes extranjeros, los europeos encontraron serias dificultades para resolver sus deudas con Estados Unidos.

Gran parte de los ingresos obtenidos a través de las ventas en el mercado norteamericano quedaron paralizadas. Este obstáculo en las relaciones comerciales con Europa perjudicó también a los productores estadounidenses ya que el problema de sus excedentes se vio agravado.

La dependencia económica respecto a Norteamérica se extendió por el resto del mundo. Asia, América y África, suminstradoras de materias primas, con economías orientadas a la exportación, fueron especialmente vulnerables a los vaivenes del mercado internacional.
El hundimiento de la economía norteamericana arrastró a las europeas, muy ligadas al dólar, a los créditos y al sistema bancario estadounidense. Al contraerse la demanda industrial, el tráfico de materias primas descendió y las economías coloniales entraron también en recesión. América latina, India y las posesiones africanas de Europa se vieron gravemente perjudicadas por una crisis de alcance internacional
El crack de la Bolsa de Nueva York
El crack de la Bolsa de Nueva York (Octubre de 1929) fue el origen de una recesión económica sin precedentes, la mayor que haya sufrido el sistema capitalista a lo largo de su historia. Además de su trascendencia estrictamente económica acarreó importantes repercusiones sociales, políticas, morales e ideológicas que replantearon el modelo liberal hasta entonces vigente.
El 24 de octubre de 1929 ha recibido el nombre de "Jueves negro". Las razones de tal apelativo residen en que ese día la Bolsa de Nueva York, el mayor mercado de valores del mundo, se hundió y arrastró consigo a la ruina a miles de inversores desatando una crisis que condujo a la depresión de los años 30.
Durante los meses precedentes se percibieron inquietantes signos de estancamiento en el mercado de valores. Una semana antes del crac se ejecutaron ventas de acciones superiores a lo normal.
El 21 de octubre esas ventas se incrementaron, pero fueron contrarrestadas por las compras que realizaron las grandes entidades bancarias (Banca Morgan).
Ese 24 de octubre se pusieron a la venta 13 millones acciones sin que en contrapatida las compras hubiesen sido significativas. El martes 29 fueron 33 millones las que se enajenaron. La oferta masiva de títulos devaluó su cotización e impulsó a los inversores a desprenderse de los que poseían.
El camino hacia el crac se inició cuando ciertos inversores, inquietos por los indicios de debilidad del mercado, decidieron vender. Especialmente sensibles a estos signos fueron los pequeños especuladores, muchos de los cuales no están en condiciones de hacer frente a una bajada que impidiera la devolución de los créditos que habían contraído precisamente para la adquisición de acciones.
El temor y la preocupación precedieron al pánico y a mediodía de dicho jueves la policía se vio obligada a desalojar la Bolsa ante los tumultos que se produjeron en sus inmediaciones. Se rumoreaba que varios acaudalados millonarios, arruinados, se habían suicidado.

El 29 de octubre el descenso continuó imparable a pesar del esfuerzo de los bancos por evitar el desplome de las cotizaciones mediante la adquisición de valores.
El intento fracasó y la Bolsa se hundió arrastrando consigo a todos los inversores entre los que hubo que contar importantes corporaciones financieras y bancarias.
Más de un millón de familias quedó en la más absoluta ruina pues había invertido sus ahorros, contraído créditos e hipotecado sus casas con objeto de adquirir unas acciones que inopinadamente habían perdido la mayor parte de su valor.
El paso siguiente en el proceso fue la actuación de los bancos, que temerosos de la retirada de ahorros por parte de sus clientes, vendieron sus propias acciones con el fin de obtener liquidez, acentuado de ese modo la caída del mercado.

Arruinados los inversores en bolsa, los ahorradores retiraron sus depósitos de los bancos y con ello anularon la capacidad crediticia de éstos. Muchas entidades no pudieron afrontar la masiva retirada de capitales y quebraron.
Las empresas fueron privadas de ese modo de una fuente esencial de financiación y se vieron empujadas a reestructurar la producción y sus plantillas laborales. Unas 32.000 firmas desaparecieron entre 1929 y 1932.
La interrupción de los créditos al consumo constriñó la demanda y la actividad productiva industrial. La combinación de restricción de créditos, quiebras bancarias y cierre de empresas originó un paro sin precedentes (más de 15 millones de desempleados) y una importante reducción de los salarios.
Extensión de la crisis
La crisis iniciada a raíz del hundimiento de la Bolsa neoyorquina se extendió con rapidez por el resto del mundo.
La exportación de la crisis tuvo lugar cuando los bancos americanos necesitados de liquidez cancelaron sus créditos al exterior, repatriando sus capitales y provocando la quiebra en cadena de los bancos europeos.
Europa (especialmente Alemania y Austria), cuya economía estaba en estrecha dependencia de esos préstamos (unos 14.000 millones de dólares), dejó de adquirir productos americanos, pero también hizo lo propio con los alimentos y materias primas de terceros países, dañando con ello el comercio mundial: entre 1929 y 1932 los intercambios se redujeron en dos terceras partes.
Los gobiernos, con el objetivo de proteger sus respectivas economías, recurrieron al proteccionismo e impusieron aranceles a las importaciones. Las relaciones comerciales se contrajeron y se limitaron a acuerdos bilaterales interestatales.

Una excepción a la generalización de la crisis fue la URSS. La revolución de 1917 había sustituido el sistema capitalista por el socialismo.

Con una economía, totalmente estatalizada y planificada alejada de los circuitos comerciales y crediticios internacionales, la Unión Soviética se mantuvo al margen de las dificultades del mundo capitalista. Cuando estalló el problema el joven estado comunista estaba inmerso en la realización de su primer plan quinquenal (1928-1933).

Durante el desarrollo del segundo (1933-1938), la introducción de elementos organizativos que mejoraron la productividad y estimularon la competitividad (stajanovismo) lo convirtieron en la tercera potencia mundial por detrás de los Estados Unidos y Alemania.

El crecimiento económico y la inexistencia de paro incitaron a muchos intelectuales y trabajadores a volver sus miradas hacia el socialismo en un momento en el que el capitalismo liberal estaba sumido en un profundo caos.
Gran Bretaña
La economía británica se defendió de los embates de la crisis con mayor éxito que otros países de su entorno.
Contribuyeron a ello dos factores:
La bajada de los precios de las materias primas y alimentos de la que era importadora neta.
La posesión de un imperio ultramarino que le concedía cierta autonomía interna en un contexto de contracción del comercio internacional. De hecho Gan Bretaña utilizó sus dominios coloniales para paliar la crisis. Cuando impuso aranceles a las importaciones éstos fueron relativamente bajos en las compras que realizaba en sus dominios. A pesar de todo hubo de abandonar el librecambismo de que había hecho gala durante el siglo XIX.
Por lo demás, el alto precio de sus productos industriales, unido a la contracción de la demanda y a la constante conversión de libras en oro, obligaron al Banco de Inglaterra a abandonar el patrón oro, provocando la devaluación del valor de la moneda en un 30% y precipitando la caída de otras divisas estrechamente vinculadas a la libra. La falta de capacidad adquisitiva de los países que le suministraban materias primas y que eran sus tradicionales clientes erosionó su capacidad exportadora.
Los efectos más adversos de la depresión en el Reino Unido se prolongaron hasta 1932 aunque sus secuelas se harían sentir hasta finales de la década.
CONSECUENCIAS DE LA CRISIS DE 1929
Las consecuencias que engendró la crisis del 29 fueron:
Económicas
Sociales
Políticas
Consecuencias económicas
El influjo que la economía norteamericana ejercía sobre el resto del mundo provocó la rápida extensión de la recesión económica por los más diversos escenarios. El impacto económico de la crisis y posterior depresión no se circunscribió a Estados Unidos, sino que tuvo un carácter marcadamente internacional.
Sus manifestaciones fueron las siguientes:
Crisis financiera
La imposibilidad de devolver los créditos por parte de quienes se habían arruinado ocasionó la quiebra de numerosos bancos (sólo en Estados Unidos más de 5.000). El consumo disminuyó al reducirse la liquidez en el mercado y los empresarios no pudieron hacer frente a sus necesidades de inversión. Muchas empresas cerraron sus puertas.
Deflación
La ausencia de créditos, la bajada de los precios y la escasa circulación monetaria condujeron al descenso generalizado de la actividad económica.
En Estados Unidos, el gobierno del presidente Hoover, lejos de intervenir para corregir la situación, evitó incrementar el gasto público ante el temor de un repunte imparable del déficit estatal. Con ello perdió la oportunidad de corregir el la bajada de los salarios y de la demanda.

Paralización del comercio mundial
La adopción de medidas proteccionistas (cada país intentó solucionar sus problemas de sobreproducción de manera independiente) provocó el estancamiento del comercio. Los que fundamentaban sus economías en la exportación, caso de Japón cuyo principal cliente era Estados Unidos, se vieron singularmente afectados. Se rompieron las relaciones internacionales que trabajosamente se habían logrado reconstituir a partir de 1924.
A ello se añadió el abandono del patrón oro por parte de Gran Bretaña. En 1931 la libra británica, muy afectada por el déficit externo y las quiebras bancarias, sufrió una depreciación (en torno al 35% respecto a su valor de 1913) que la llevó al abando del patrón oro, arrastrando en su devaluación a otras monedas vinculadas a ella.
Disminución de la renta nacional
Todos los países sufrieron un descenso del P.I.B. Los niveles de renta decrecieron aceleradamente y no volvieron a recuperase en muchos casos hasta bien pasada la Segunda Guerra Mundial, ya en los años cincuenta.

Incremento del desempleo
El hundimiento de la industria y la ruina financiera llevaron aparejada la destrucción del empleo. En 1932 se contabilizaban más de 30 millones de parados, de los cuales 12 millones eran americanos y 6 alemanes.
Los salarios se estancaron o disminuyeron, lo que se tradujo en una disminución de la capacidad de compra que repercutió en el descenso del consumo. Los stocks invendibles se incrementaron y el aparato o productivo se paralizó.
Crisis del modelo económico liberal
El sentimiento de fracaso de la política del liberalismo clásico (laissez-faire) fundamentada en la “no intervención” del Estado en la economía abrió paso a otra doctrina, basada en la idea de que el Estado tenía la obligación de actuar en determinados ámbitos a fin de proteger a los ciudadanos del caos provocado por las crisis del capitalismo.
En ello se basaron las propuestas del economista británico J. M. Keynes, partidario del intervencionismo estatal, del fomento del consumo y la de la inversión auspiciados por los poderes públicos. Keynes, acusado por determinados sectores reaccionarios de socialista, en realidad buscaba los fundamentos de un capitalismo estable. Sus ideas fueron aplicadas con éxito en Estados Unidos a través del programa de recuperación económica del presidente Roosevelt, el New Deal.
Consecuencias sociales
El efecto social más patente de la crisis de 1929 fue el crecimiento del paro a nivel mundial. El número de desempleados se evaluó en al menos 40 millones. Los que conservaron sus empleos sufrieron una drástica reducción de sus salarios.

Los niveles de bienestar alcanzados en Estados Unidos a lo largo de la década de los veinte se redujeron significativamente y la pobreza se extendió por el campo y las ciudades. Europa, especialmente Alemania, que había iniciado su recuperación de posguerra, volvió a presentar altas tasas de desempleo como consecuencia del cierre de empresas.

El comportamiento demográfico sufrió significativas alteraciones: aumentó la mortalidad y el crecimiento vegetativo se detuvo. En Inglaterra, cuyo incremento demográfico a fines del siglo XIX había sido del 13%, éste descendió en la década de los 30 al 4,5%. Sin embargo los países con regímenes fascistas fomentaron la natalidad desde supuestos político-ideológicos ya que el Estado la consideró una garantía de potencial militar.
Algunas zonas se constituyeron en focos de emigración tal como ocurrió en el agro americano aquejado ya desde antes de la crisis por el fenómeno del paro.

La población tendió a trasladarse a las ciudades, pero éstas afectadas por la crisis industrial fueron incapaces de absorber este flujo y crecieron guetos de marginados que formaron un paisaje urbano marcado por la degradación.
En Estados Unidos fueron denominados irónicamente "Hoovervilles" (del presidente Hoover) y acogieron a más de un millón de personas hacinadas en viviendas de hojalata y cartón sin las mínimas condiciones higiénicas y sanitarias.
La estructura social se modificó, pues junto al empobrecimiento de las capas sociales más bajas, especialmente obreros, las clases medias también se vieron muy afectadas y sus bases se estrecharon. Buena parte sus miembros (funcionarios, profesionales liberales, pequeños empresarios, etc.) se vieron arrastrados hacia un proceso de proletarización. En Alemania e Italia esa clase media sirvió en gran medida de sustrato a los totalitarismos de carácter fascista.
Las desigualdades sociales se agrandaron, dando lugar a una masa de desposeídos sin posibilidad de enderezar su situación económica y vital. Aquellos que conservaron el empleo (algunos funcionarios, los que habían salvado sus ahorros, pensionistas, etc), se vieron favorecidos en cierto modo por la bajada de los precios, pero la inmensa parte de la población activa se empobreció.
Moralmente se apreció como inaceptable que el sistema fuese incapaz de remediar la paradoja de que mientras grandes sectores de la población no tenían acceso ni tan siquiera a los alimentos básicos, en el campo se destruyesen las cosechas con el fin de mantener los precios de producción.

Las organizaciones caritativas se multiplicaron por doquier en un intento por paliar la situación. En Europa y USA se sucedieron las marchas contra el hambre.

Se agudizaron los fenómenos del alcoholismo y la delincuencia. Allí donde había minorías étnicas estas fueron objeto de persecución más o menos encarnizada, como sucedió con los negros de Estados Unidos o los judíos en Alemania.
Consecuencias políticas de la crisis
Al finalizar la guera mundial, los estados europeos adoptaron el sistema político liberal democrático. Sus constituciones recogieron las libertades individuales y el sufragio universal. Pero la incapacidad del liberalismo clásico para evitar la crisis y, posteriormente para hacerle frente, impulsó el auge de ideologías nacionalistas y totalitarias que arraigaron en algunos países: Alemania e Italia constituyen los ejemplos paradigmáticos, si bien abundan otros muchos (Austria, Polonia, Yugoslavia, etc.). En otras partes hubo tendencias filofascistas, es el caso de Gran Bretaña (Oswald Mosley), Bélgica (Léon Degrelle) o Francia, pero carecieron de la importancia y el empuje suficientes para acceder al poder.
Frente al ascenso de la ultraderecha, se gestaron movimientos que, aunando diversas sensibilidades políticas, tenían como objetivo atajar el auge de los totalitarismos. Fue el fenómeno del frentepopulismo, ejemplos del cual hubo en Francia y España, pero que no bastó para contrarrestar la postracion que aquejaba a los movimientos revolucionarios de izquierda: los socialdemócratas desparecieron de la política en Alemania tras el ascenso de Hitler al poder, los laboristas británicos tuvieron importantes pérdidas de afiliados y electores. El internacionalismo proletario (III Internacional) también vio frustradas sus esperanzas revolucionarias.
Consecuencias políticas. Alemania
La República de Weimar (noviembre de 1918) proclamada tras la derrota de Alemania y la abdicación del emperador Guillermo II, atravesó por difíciles momentos durante la década de los 20. Políticamente sus gobiernos se vieron sometidos a fuertes presiones, tanto desde la izquierda comunista como desde la derecha nazi. Adolf Hitler, líder del Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (Nazi) consiguió en las elecciones de 1928 un escaso resultado de 800.000 votos. Dos años más tarde, en las elecciones de 1930 alcanzó 6.409.000 de votos (frente a los 4.592.000 de los comunistas). En las elecciones de 1932 superó esas cifras. En 1933 Hitler fue nombrado primer ministro bajo la presidencia del general Hindemburg, consiguiendo con ello el poder de Alemania e instaurando desde la legalidad que le confirieron las urnas una dictadura totalitaria.

En las razones del asceso y conquista del poder por los nazis hay que hacer hincapié en dos cuestiones fundamentales:

la primera, la situación creada tras la firma del Tratado de Versalles, considerado por la mayoría de los alemanes una humillación que les hacía víctimas de la rapiña de los vencedores, especialmente, de Francia.
La segunda, la crisis económica y social abierta en los comienzos de la década que animó a un gran sector de pueblo alemán a "echarse en brazos" de quienes proponían fórmulas seguras para salir de ella.
La crisis y el paro de más de 5 millones de personas contabilizados en 1932 sirvieron de caldo de cultivo para los postulados del nacional-socialismo. De hecho una gran parte de los primeros adeptos a esta ideología se formó en las filas de desempleados, especialmente jóvenes, excombatientes, agricultores y pequeños y medianos empresarios arruinados.



SOLUCIONES A LA CRISIS
Las soluciones iniciales que los principales estados capitalistas adoptaron ante la crisis fueron de corte liberal, es decir deflacionistas: reducción del gasto público para evitar el déficit estatal, reforzamiento de la moneda frente a la devaluación, restricción del crédito, disminución de los salarios y de los gastos sociales, etc.
Pero una vez demostrada su ineficacia, la mayoría de los gobiernos asumieron nuevas políticas fundamentadas en el intervencionismo del Estado. Este pensamiento constituyó la base de la primera gran teoría económica surgida como respuesta a la crisis, la de John Maynard Keynes.
Sus propuestas, si bien fueron recogidas en parte por algunos gobiernos (New Deal de Roosevelt), no se generalizaron sino años más tarde, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial.
Por lo demás, la intervención del Estado se elevó al máximo desde la actuación de dos modelos políticos autoritarios contrapuestos: el fascismo (Italia, Alemania, etc) y el comunismo (Unión Soviética).
Las soluciones del liberalismo clásico
La experiencia de los economistas clásicos sobre el desarrollo de la economía capitalista mostraba la existencia de crisis que afectaban cíclicamente sistema. Esas crisis debían solventarse sin el concurso del Estado. La función de los gobernantes habría de limitarse a favorecer mediante su no intervención la acción de los mecanismos correctores del mercado.
Según el razonamiento de los seguidores de la teoría clásica, para atajar la crisis era necesario adoptar medidas de corte deflacionista que mantuviesen la solidez del dinero frente a la depreciación monetaria.
Para conseguir ese objetivo se propusieron las siguientes medidas:
La reducción de la masa monetaria en circulación, de los créditos, del gasto público y de los salarios.
La reducción de los créditos y de la circulación monetaria condujo a una bajada de los precios (por el descenso de la demanda) y a una escasez de liquidez que se tradujo en una disminución de la actividad económica.
El descenso de los salarios, lo que teóricamente debía mantener los niveles de empleo. La realidad fue otra como sostenía Keynes, pues el nivel empleo dependía de otras variables como el consumo y la inversión.
La adopción de medidas de caracter proteccionista de cara al exterior disminuyendo las importaciones e incentivando las exportaciones.
El resultado de las políticas deflacionistas fue un fracaso y solo consiguió reducir aún más la demanda y la producción, acentuado con ello la depresión.
Por otra parte, el proteccionismo comercial impidió la concierto entre las economías nacionales y determinó el fracaso de los intentos de salir de la crisis de manera coordinada tal y como se puso de manifiesto en la frustrada Conferencia de Londres (1933).
La teoría económica de Keynes
John Maynard Keynes (1883-1946), economista británico, sostenía ya en 1913 que el liberalismo económico de corte clásico necesitaba una adecuación a las circunstancias económicas y sociales del nuevo siglo.
Esta teoría sería más tarde sistematizada en su obra “Teoría general sobre el empleo, el interés y el dinero”, publicada en 1936. En ella analizaba las causas de la depresión mundial y daba una serie de recetas para solventarla. Aseguraba que el motor de la economía habría de sustentarse en una adecuada relación entre la oferta y el consumo, pues de ella dependían los beneficios empresariales y la inversión.
Según Keynes la crisis de 1929 había retraído la demanda y era necesario estimularla de alguna manera, generando una demanda adicional que tirase de la producción. Las medidas no intervencionistas de los estados capitalistas no habían logrado tal objetivo. Abogaba por tanto por una activa intervención del Estado que restableciera el equilibrio entre oferta y demanda.
Básicamente proponía lo siguiente:
El desarrollo de una política de inversiones estatales en obras públicas (carreteras, pantanos, etc.) que sirviese de estímulo a la iniciativa privada mediante el aporte de cemento, hierro, componentes industriales, etc. La mano de obra empleada en estas actividades aminoraría el desempleo, incrementaría el número de consumidores y estimularía la demanda.
La puesta en circulación de abundante dinero con el fin de provocar una moderada inflación. El peligro de una alta tasa de inflación sería inexistente en tanto el paro fuese elevado.
El incremento de los salarios. La reducción de los salarios como medida para mantener el empleo (defendida por los economistas clásicos) fue refutada por Keynes quien aseguraba que el empleo no dependía de los salarios sino del consumo y la inversión. Una disminución de los sueldos de los trabajadores produciría un retraimiento que tendería a deprimir el consumo y en consecuencia, la producción.
La regulación estatal de todos los sectores económicos, interviniendo en la fijación de precios, salarios, mercado laboral, asignación de subvenciones a las empresas, etc.
En resumen:
Keynes abogó por el abandono de la ortodoxia del "laissez-faire" que había guiado el capitalismo del siglo XIX y propuso un mayor protagonismo del Estado en la vida social y económica. Fue precisamente lo que a través del New Deal puso en práctica el presidente F. D. Roosevelt a partir de 1933.

El New Deal
Una vez derrotados los republicanos en las elecciones de 1932, el nuevo presidente, el demócrata F. D. Roosevelt puso en marcha una serie de actuaciones tendentes a resolver la grave depresión en que se encontraba sumida la economía norteamericana. El paquete de medidas que se acometieron durante los primeros cien días de su mandato y que tuvieron continuidad a lo largo de varios años recibieron el nombre de “New Deal” ("Nuevo trato o nuevo reparto").
Esas actuaciones se encaminaron a poner fin a la postración de los más de 12 millones de parados (desocupados) estadounidenses. Para ello se consideró prioritario fomentar la demanda e incrementar el consumo a fin de reactivar la producción.
Dos fueron las vertientes esenciales del New Deal:
La económica
Abordó los siguientes problemas:
Financiero
Se potenció un mayor control del Estado sobre los bancos (Banking Act de 1933), y se exigió un aumento de sus reservas a fin de garantizar su solvencia. Se estimuló la concesión de créditos destinados a la inversión empresarial. Se promulgó además la Ley de Obligaciones Federales con el fin de proteger a los inversores de posibles fraudes.
El dólar fue devaluado un 41% frente a otras monedas extranjeras para facilitar la exportación de los productos americanos.

Industrial
La National Industrial Recovery Act de 1933 potenció las subvenciones a la industria a fin de estimular su recuperación. Se pusieron en funcionamiento gigantescos proyectos de obras públicas (carreteras, pantanos, etc) a través de la Publics Works Administration, WPA (1935). Este organismo colaboró con la Tennessee Valley Authority (1933), destinada a la colonización e industrialización del valle del río Tennessee, iniciativa de una serie de empresas públicas a través de las cuales se construyeron embalses, centrales hidroeléctricas y se reforestaron extensas áreas. Esta actividad dio empleo a más de 3 millones de trabajadores.
A través de la Agricultural Ajustment Act (AAA de 1933) se buscó la recuperación del campo, siendo objetivo primordial la disminución de la producción, ya que la sobreproducción que se arrastraba desde la década de los 20 había hundido los precios y los beneficios de los agricultores. Esa reducción se consiguió a cambio de una indemnización recibida por los agricultores. El resultado obtenido de la disminución de las cosechas fue la subida de los precios. En tres años se consiguieron duplicar las rentas agrarias.


La social
Intervino en los siguientes campos:
Laboral
A través de la National Labor Relations Act se regularon las relaciones entre patronos y obreros, reglamentando un salario mínimo y la jornada horaria máxima. Con la disminución del paro, la fijación del salario mínimo y la tendencia al alza de los sueldos, se creó una masa de asalariados con cierto poder adquisitivo que multiplicó la demanda en unos momentos en que la producción necesitaba estímulos.
Asistencial
Se impulsó una legislación destinada a corregir las desigualdades sociales más flagrantes del capitalismo.
A través de la Social Security Act, se creó el primer sistema federal de seguro de desempleo y de pensiones.

Balance del New Deal
Si bien los propósitos del presidente Roosevelt de romper la tendencia recesiva que aquejaba al país se cumplieron, el balance final de su plan no agotó todos los objetivos marcados.
La actividad anterior a la crisis del 29 nunca llegó a recuperarse, esto ocurrió cuando la entrada en la Segunda Guerra Mundial obligó al país a poner en marcha toda su energía productiva a fin de atender la demanda de bienes de guerra.
El aumento de las inversiones públicas fue extraordinario, pero no tuvo parangón en la iniciativa privada.
El paro continuó siendo elevado. En 1937 afectaba a más de 7 millones de ciudadanos.
Alimentó las suspicacias de determinados sectores económicos y políticos conservadores que vieron en el New Deal aspectos excesivamente "socializadores" que atentaban contra la tradición americana de libre empresa. En este sentido, algunas de las principales medidas propuestas por Roosevelt (como la Agriculture Adjustment Act) fueron anuladas por el Tribunal Supremo.
Con todo, el New Deal palió los efectos de la depresión, recuperó parte del empleo y creó un ambiente de optimismo que había desaparecido con el crac de 1929. Roosevelt, su creador, obtuvo la reelección a la presidencia en varias ocasiones.

Las soluciones de las dictaduras
Alemania
Italia
La estrecha dependencia de la economía alemana respecto a la americana había provocado que el país fuese junto con Estados Unidos el más afectado por la crisis. El desplome de la producción industrial, la ruina de los bancos, el gran número de desempleados, crearon un ambiente de hostilidad hacia los gobiernos de la república de Weimar.
Este ambiente fue aprovechado por el partido nazi, liderado por Hitler, que asumió el poder en 1933 tras haber ganado las elecciones (1932). Una vez en el gobierno acometió la transformación de todas las estructuras del Estado alemán, implantando una dictadura que afectaría al plano económico.
Esencialmente lo que distinguió la gestión económica de la Alemania hitleriana fue el intervencionismo del Estado, la planificación (mediante planes cuatrienales) y el empeño en sacar adelante un ambicioso programa de rearme. Mediante una política de marcado carácter autárquico (autosuficiente) dirigida por Göring, se controló el comercio con el exterior limitándose las importaciones a las materias primas necesarias para la industria. Se fijaron los precios y los salarios y el consumo privado se redujo mediatizado por altos impuestos.
La intervención estatal en sectores estratégicos de la economía (industria química, etc.), la inversión en grandes obras públicas (autopistas, canales, etc.) y el programa de rearme absorbieron la mano de obra en paro. Éste comenzó a descender aceleradamente desde 1933. La perjudicada fue la industria de bienes de consumo.
La imposibilidad de conseguir la autosuficiencia total inspiró en Hitler la teoría del Espacio vital que en conjunción con la política de rearme desembocaría en la II Guerra Mundial.
Esta estrategia agresiva se debió en parte a la necesidad de encontrar mercados externos, algo que motivó igualmente la invasión japonesa de Manchuria.

Italia
La llegada de Benito Mussolini al poder (1922) no supuso el abandono automático del liberalismo, pero a partir de 1925 el duce optó por el proteccionismo y la concentración industrial en grandes corporaciones dependientes del Estado. Pretendía con ello un absoluto control del gobierno sobre la industria, la
agricultura, las finanzas y las inversiones.
La búsqueda de la autarquía que perseguía la autosuficiencia económica (batalla del trigo, 1925), fue una constante en su política económica. En los años treinta la política autárquica se reforzó con el fin de salvaguardar a Italia de la depresión internacional. Se acometieron grandes obras públicas (autopistas, electrificación ferroviaria, etc). De todos modos, la cifra de desempleados se mantuvo elevada (1,3 millones de parados), descendiendo tan solo cuando la movilización de tropas destinadas a la invasión de Etiopía y la intesificación del rearme militar absorbieron el paro.


Topolino Fiat

Avión Fiat. Años 30

Tanques Fiat. 1928


Esta política cosechó importantes logros en el campo industrial, pero a costa de altos costes salariales y organizativos para los trabajadores. Éstos no pudieron agruparse para la defensa de sus intereses en sindicatos de clase que fueron suprimidos y sustituidos por corporaciones de militancia obligatoria. Dichas agrupaciones encuadraban a los obreros según su actividad (metalurgia, transportes, etc) y pretendían negar la lucha de clases, buscando armonizar los intereses de patronos y trabajadores en el seno de un sistema gremial controlado por el Estado.
Socialmente el régimen puso en marcha tibias medidas de protección: salario mínimo, congelación de alquileres, asistencia familiar, etc.

La presencia estadounidense en América latina
Del crecimiento económico a la expansión territorial: los orígenes del imperialismo
Pronto el ritmo del crecimiento económico estadounidense permitió que sus inversiones desbordaran los límites que le imponían sus fronteras para desparramarse por diferentes regiones de América latina. Los intere¬ses de los Estados Unidos en Latinoamérica eran de larga data y se cir¬cunscribían, además del ámbito económico, al geopolítico. Ya en 1823 la Doctrina Monroe, sintetizada en la frase "América para los americanos", constituyó una iniciativa orientada a defender los procesos de independen¬cia latinoamericanos de la enorme influencia que el Reino Unido, Francia y en menor medida Alemania comenzaban a tener en la región.
A partir de la década del 70, la política estadounidense para América latina tuvo un objetivo claro y definido: hacer de la región su ámbito ex¬clusivo de influencia política y económica y desplazar a los competido¬res europeos. Esta forma de imperialismo estadounidense se organizó fundamentalmente a partir de dos grandes ejes: la anexión de territorios (conquistados o simplemente comprados) a expensas de otros Estados y el constante crecimiento de las inversiones en la producción, la comer¬cialización y las finanzas en distintos Estados del continente.
La expansión en el Caribe y el Canal de Panamá
Cuba formaba parte de los restos del imperio colonial español en América, pero desde 1868 un grupo de rebeldes luchaba por la indepen¬dencia de la isla. A comienzos de la década de 1890 la lucha se había intensificado bajo la dirección de José Martí, máximo dirigente del mo¬vimiento independentista y uno de los grandes próceres de América. En los Estados Unidos, los diarios siguieron de cerca el conflicto, y toda la opinión pública abrazó la causa cubana.
El estallido (presumiblemente accidental) del acorazado de guerra esta¬dounidense Maine, anclado en la bahía de La Habana en febrero de 1898, proporcionó la excusa perfecta para arrastrar a España a la guerra. Con la ayuda de los patriotas cubanos, las tropas de los Estados Unidos desem¬barcaron en la isla y avanzaron hacia Santiago de Cuba. Al mismo tiempo, la flota española era vencida en el mar. La invasión se extendió inmedia¬tamente a otros dominios coloniales españoles, tanto en el Caribe como en el Pacífico, y otorgó a los Estados Unidos el control de importantes rutas marítimas en los dos océanos. EllO de diciembre de 1898 España, mediante el tratado de París, reconoció la independencia de Cuba, Puerto Rico, Guan y las islas Filipinas, que de hecho se convirtieron en protecto¬rados norteamericanos.
Si bien se proclamó formalmente la independencia de Cuba, la isla si¬guió ocupada por tropas estadounidenses hasta 1903, año en que se reti¬raron a cambio de un tratado que le concedía unilateralmente al gobierno de los Estados Unidos el derecho de intervención en los asuntos internos del país (a través de la Enmienda Platt).
La enorme extensión de la costa Oeste de los Estados Unidos y las nuevas posesiones en el océano Pacífico incor¬poradas gracias al tratado de París re avivaron la necesidad de abrir un canal interoceánico en algún Estado de América Central, que permitiera a la escuadra nacional movilizarse del Pacífico al Caribe.
Luego de la guerra con España, el gobierno estadounidense inició las negociaciones con la República de Colombia a los efectos de obtener un permiso para la construcción del ca¬nal en la provincia colombiana de Panamá. En 1903 el con¬greso colombiano se negó a ratificar un acuerdo para la apertura del canal, con el argumento de no ceder territorio nacional a una potencia extranjera. Repentinamente, el 3 de noviembre de ese mismo año, un alzamiento alentado por agentes estadounidenses proclamó la independencia de la República de Panamá y tres días después los Estados Unidos la reconocieron formalmen¬te. El 18 del mismo mes, apenas quince días más tarde de proclamada la independencia, un acuerdo entre ambos gobiernos cedió a los Estado Unidos el territorio necesario para la construcción del canal a cambio de un subsidio monetario anual y la garantía de su independencia. Las obra comenzaron de inmediato y el canal comenzó a funcionar en 1914.
La dominación de Cuba y la apertura del canal de Panamá significaron un paso decisivo en la estrategia estadounidense para hacer de América Central y el Caribe su ámbito exclusivo de influencia, pero no fueron lo únicos, ya que durante las décadas de 1910 y 1920 los Estados Unidos con¬tinuaron con su política de intervención militar en diferentes países de la región como Nicaragua, Honduras, Costa Rica y República Dominicana. y lograron imponer en estos países gobiernos afines a sus intereses. Es¬ta política, que el presidente Teodoro Roosevelt denominó "política del garrote" (Big Stick), fue continuada por sus sucesores antes y despué de la Primera Guerra Mundial, lo que debilitó enormemente los intere¬ses de las potencias europeas en la región. 4.
• Busquen información (periodística, en enciclopedias, etc.) sobre hechos re¬cientes vinculados a la soberanía del canal de Panamá. Sinteticen la informació recogida en forma escrita.
La depresión de 1930 y su repercusión en América latina: la crisis de los modelos agro exportadores
La depresión mundial se trasmitió a América latina principalmente través de tres mecanismos:
a) la quiebra del orden comercial multilateral. El creciente proteccionis¬mo provocó que el volumen del comercio exterior disminuyera más ale que la producción;
b) el cambio de los precios relativos a favor de los países industrializa¬dos (los precios de los productos primarios cayeron más que los de los productos manufacturados);
c) el derrumbe de los préstamos.
La crisis mundial tuvo efectos negativos sobre la economía de los paí¬ses latinoamericanos, que por tener una economía abierta y dependien¬te soportaron sin atenuantes sus efectos. Los trastornos del comercio in¬ternacional y las corrientes de capitales afectaron particularmente a los países especializados en la producción y la exportación de productos pri¬marios. Los precios de los bienes que ellos exportaban se redujeron en algunos casos a la mitad, y resultaba difícil colocar los productos en mer¬cados cada vez más protegidos. A esta fuerte caída de las exportaciones se sumaba la imposibilidad de conseguir créditos en el exterior, de for¬ma tal que la deuda externa de las naciones latinoamericanas se tornó impagable (de hecho la mayoría de los países dejaron de pagarla duran¬te buena parte de los años 30).
Otra consecuencia de la disminución de las exportaciones traería como efecto cambios de fondo sobre la economía y la sociedad de los países la¬tinoamericanos. En efecto, al no poder exportar tampoco se tenía el dine¬ro suficiente como para importar los bienes necesarios con que sustentar la actividad económica (materias primas indispensables como el carbón para el funcionamiento del ferrocarril) y el consumo (textiles, etc.). Así, en toda América latina las importaciones se contrajeron en los primeros años de la crisis y no se recuperaron hasta muchos años más tarde. Estas gra¬ves condiciones exigieron la toma de medidas novedosas por parte de los gobiernos y la intervención del Estado en los asuntos económicos se tor¬nó cada vez más importante, acompañando en este sentido un proceso mundial.
Ante la imposibilidad de exportar e importar en los viejos términos, la inversión extranjera directa cambió decididamente su orientación: ya no iba a apuntalar los modelos de exportación sino que avanzaba sobre las actividades de sustitución de importaciones, es decir, la producción inter¬na de lo que no se podía importar. Así, aquellos países que habían tenido antes de 1930 algún desarrollo de sus industrias comenzaron a "sustituir importaciones" con fabricación local, al menos de los bienes que eran más fáciles de producir a partir de materias primas locales (productos de cue¬ro, textiles, alimentos y bebidas, etc.).
De esta manera, los años 30 del siglo XX marcaron para América latina un punto de inflexión (en el caso de los grandes países) que implicó el abandono más o menos gradual de los modelos económicos orientados hacia el exterior predominante durante décadas. La crisis provocó el aleja¬miento del comercio y el desarrollo de la sustitución de importaciones, la urbanización y la intervención estatal (el grado de intervención estatal en la economía se extendió considerablemente y una vez superada la situación de emergencia que dio origen a esta intervención, el aparato estatal no se desmanteló).
• Supongan que en la actualidad los productos de exportación de los países latinoamericanos no pudieran venderse en los mercados internacionales, ¿Cómo creen que esto afectaría a la sociedad en su conjunto? Elaboren hipótesis: a) ¿qué medidas tomarían los gobiernos?; b) ¿cuáles serían las al¬ternativas?; c) ¿qué ocurriría con la deuda externa de los países?
-------------------
El deterioro de la relación de inter¬cambio (o los términos de in¬tercambio) significaba que la caí¬da de los precios de los bienes que se exportaban (en general mate¬rias primas) era mayor que la de aquellos que se importaban (en general bienes manufacturados), o lo que es igual, que los precios de los productos importados eran mayores que los producidos en los países latinoamericanos. Un ejem¬plo: si en 1928 para comprar una maquinaria agrícola producida en Europa se necesitaban 50 bolsas de trigo, en 1932 era necesario producir 80 bolsas para comprar esa misma máquina.


Cuestionario

Consejos para un correcto trabajo con el cuestionario:
Responde a las cuestiones tú mismo/a. Nunca copies de tus compañeros.
Consulta y colabora, eso sí, con ellos.
Lee atentamente las preguntas que se hacen. En el caso de textos, varias veces.
Busca su contexto dentro del tema al que pertenecen. Relaciónalas con otros temas que hayas estudiado anteriormente.
Utiliza el libro de texto para aproximarte al problema.
Utiliza otros medios (enciclopedias, revistas, monografías, Internet, etc.) para ampliar la información obtenida.
No seas parco en las explicaciones. Abunda en los pormenores.
Sé organizado al exponer la información.
Intenta resolver por tí mismo las cuestiones antes de dirigirte a tu profesor.
Si pese a todo no lo logras, demanda su ayuda. Estará encantado de asistirte.
Utiliza con frecuencia el diccionario de la lengua española. Es esencial para esclarecer el significado y origen de los términos.

1. ¿Qué contradicciones identifican la economía mundial en década de los 20?
2. ¿Qué caracteriza a la economía alemana de posguerra? ¿Cuál era su principal problema?
3. ¿Por qué la denominación “felices años veinte”? ¿Cómo afectó socialmente este período expansivo? ¿Con qué problemas se topó? ¿Todos los países participaron en igual medida en el proceso?
4. Comenta el texto y contesta las preguntas que se formulan:
«Muy pronto, un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la de mi país. Era un asuntillo llamado mercado de valores (...). Si uno compraba ochenta mil dólares de acciones, sólo tenía que pagar en efectivo veinte mil, el resto se le dejaba a deber al agente (...). El mercado seguía subiendo y subiendo (...). Lo más sorprendente del mercado en 1929 era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar (...). El fontanero, el carnicero, el hombre del hielo, todos anhelando hacerse ricos arrojaban sus mezquinos salarios –y en muchos casos los ahorros de toda la vida– en Wall Street (...). Un buen día el mercado empezó a vacilar. Algunos de los clientes más nerviosos fueron presa del pánico y empezaron a vender (...); al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores (...) y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio (...). Luego, un día, Wall Street tiró la toalla y se derrumbó. Eso de la toalla es una frase adecuada porque para entonces todo el país estaba llorando.»
(Groucho Marx, Groucho y yo, 1981).
1.¿Quién es Groucho Marx?
2. ¿Qué es el mercado de valores?
3. ¿Qué es una acción?
4. ¿Qué ocurre cuando hay demanda de acciones? ¿Qué ocurre cuando hay abundante venta de las mismas? ¿Qué ocurre con los inversores y la empresas en esos dos supuestos?
5. Analiza y comenta el siguiente texto. Contesta las preguntas.
"Los hombres y las mujeres se apresuraban a gastar sus sueldos, a ser posible, a los pocos minutos de cobrarlos. Los billetes eran llevados a las tiendas en carretilla o en cochecitos de niño. (...) Aquel otoño, en Alemania, se utilizaron virtualmente todas las prensas capaces de imprimir dinero. En realidad los billetes manaban a raudales. Y a veces el comercio se interrumpía al retrasarse las prensas en producir nuevos billetes de cifras lo bastante altas para que fuese transportable la cantidad de papel necesaria para la compra del día."
(J.K. Galbraith, El dinero, 1975)
1ª ¿A qué fenómeno hace referencia el texto?
2ª Explica el mecanismo que lo originó.
3º ¿Qué relación con la política internacional tuvo?
4º ¿Cómo se superó?
6. Comenta el texto y contesta las preguntas que se hacen:
"Y entonces los desposeídos fueron empujados hacia el oeste (...). Carretadas, caravanas, sin hogar y hambrientos, veinte mil, cincuenta mil y doscientos mil (...). Corriendo a encontrar algún trabajo para hacer –levantar, empujar, tirar, recoger, cortar– cualquier cosa, cualquier carga con tal de comer. Los críos tienen hambre. No tenemos dónde vivir. Como hormigas corriendo en busca de trabajo y, sobre todo, de tierra (...).
Los hombres, que han creado nuevas frutas en el mundo, son incapaces de crear un sistema gracias al cual se pueda comer. Y este fracaso cae sobre el Estado como una gran catástrofe (...). Y en los ojos de la gente hay una expresión de fracaso, y en los ojos de los hambrientos hay una ira que va creciendo. En sus almas las uvas de la ira van desarrollándose y creciendo y algún día llegará la vendimia."
(John Steinbeck, Las uvas de la ira, 1939.).
a) ¿Cuáles fueron, según el autor, las principales consecuencias sociales de la crisis?
b) Explica la frase "las uvas de la ira van desarrollándose y creciendo y algún día llegará la vendimia".
c) ¿Qué critica Steinbeck?
6. Analiza y comenta el texto. Responde a las preguntas.
“La clase alta, sin embargo, dueña del poder y de la riqueza, no se dio cuenta del peligro que amenazaba el frágil equilibrio de su posición. Los ricos se divertían bailando el charlestón y los nuevos ritmos el jazz, el fox-trot y unas cumbias de negros que eran una maravillosa indecencia. Se renovaron los viajes en barco a Europa, que se habían suspendido durante los cuatro años de guerra y se pusieron de moda otros a Nortameamérica. Llegó la novedad del golf, que reunía a la mejor sociedad para golpear una pelotita con un palo, tal como doscientos años antes hacían los indios en esos mismos lugares. Las damas se ponían collares de perlas falsas hasta las rodillas y sombreros de bacinilla hundidos hasta las cejas, se habían cortado el pelo como hombres y se pintaban como meretrices, habían suprimido el corsé y fumaban pierna arriba. Los caballeros andaban deslumbrados por el invento de los coches norteamericanos, que llegaban al país por la mañana y se vendían el mismo día por la tarde, a pesar de que costaban una pequeña fortuna y no eran más que un estrépito de humo y tuercas sueltas corriendo a velocidad suicida por unos caminos que fueron hechos para los caballos y otras bestias naturales, pero en ningún caso para máquinas de fantasía. En las mesas de juego se jugaban herencias y las riquezas fáciles de la posguerra, destapaban el champán, y llegó la novedad de la cocaína para los más refinados y viciosos.”
Isabel Allende. La Casa de los Espíritus.
1. ¿En qué fecha situarías lo que relata en el texto?
2. ¿En qué circunstancias históricas se inscribe?
3. ¿Participaron todos los estratos sociales de esos comportamientos?
4. Se alargó en el tiempo esta forma de vida?
7. ¿Qué repercusiones políticas tuvo la crisis del 29? Especifica el caso alemán y América latina.
8. Analiza y comenta el siguiente texto:
“El trabajo del hombre y de la naturaleza, el producto de las cepas y de los árboles, debe ser destruido para que se mantenga el curso de los precios, lo que significa una abominación que sobrepasa cualquier otra. Hay cargamentos de naranjas arrojadas por todas partes, la gente viene desde lejos para cogerlos, pero no lo consiguen (...), porque se envía a hombres encargados de rociar con petróleo los montones de naranjas (...). Y los niños atacados por la pelagra mueren porque cada naranja debe rendir un beneficio. Y como causa del fallecimiento se describe en el registro: muerte por subnutrición. Y todo esto porque los alimentos se pudren, porque se les fuerza a que se pudran. En el alma de la gente engordan y maduran las uvas de la ira anunciando próximas vendimias”.
(John Steinbeck, Las uvas de la ira, 1939.)
9. Comenta el texto y responde a las preguntas.
“No fue sino después de la guerra cuando las dictaduras irrumpieron en Europa; (...). Un cierto desencanto respecto a las viejas instituciones parlamentarias hizo el resto (...). Cuando los dictadores apelan a las pasiones populares, es casi siempre a las pasiones más peligrosas.”
Conde de Sforza, Dictateurs et tictatures d’après guerre. 1931.
1. A qué situación se refiere el autor.
2. ¿Qué quiere decir cuando habla de “desencanto” de las instituciones parlamentarias?
3.¿ A qué dictaduras se refiere?
4. Relaciona el texto con los de Steinbeck en Las uvas de la ira”. 10. Lee el texto y responde a las preguntas.
“Nuestra más ardua tarea, la primera, es hacer que el pueblo vuelva al trabajo. No es un problema insoluble si nos enfrentamos a él con prudencia y valentía. Puede realizarse, en parte, mediante la contratación directa por parte del gobierno, actuando como en un caso de guerra pero, al mismo tiempo llevando a cabo los trabajos más necesarios, a partir de estas personas contratadas, para estimular y reorganizar la utilización de nuestros recursos naturales.”
Discurso de toma de posesión de F. D. Roosevelt. Marzo de 1933.
1. ¿Quién es F. D. Roosevelt?
2. ¿A qué fenómeno hace referencia el texto?
3. ¿Cómo se pretende solucionarlo?
4. ¿Tuvo éxito el programa? ¿Qué nombre recibió?
5. ¿Qué se logró mediante su aplicación?
11. Analiza el texto y responde a las preguntas.
“El Estado, como el fascismo lo concibe, centraliza la actividad política, económica, jurídica de la nación...El fascismo quiere un Estado fuerte, poderosamente organizado e, incluso, apoyado sobre una amplia base popular (...). Gracias a las instituciones corporativas, sociales económicas creadas por él, el influjo del Estado penetra hasta los más lejanos tentáculos, mientras que dentro del Estado circula, encuadradas en sus organizaciones respectivas, todas las fuerzas políticas, económicas e intelectuales de la nación”.
Benito Mussolini. La doctrina del fascismo. 1930.
a) ¿Qué tipo de Estado contrapondrías al propuesto por Mussolini? ¿Crees que ese modelo de estado estaba en crisis?
b) ¿Qué protagonismo da Mussolini al Estado? ¿Es el mismo que tenía en las democracias occidentales de la época?
12. Analiza la ilustración y contesta a las preguntas:
a) ¿Qué idea principal pretende transmitirnos la portada de la revista?
b) ¿Cuál fue el mecanismo que llevó a la internacionalización de la debacle económica y social?
c) ¿En qué medida afectó a la economía alemana? ¿Y cómo le afectó política y socialmente?

13. Analiza la ilustración. Contesta las cuestiones referidas a la misma.
1. ¿Qué repercusiones en las empresas y la producción tuvo la crisis?
2. ¿En qué medida esas repercusiones afectaron a la clase trabajadora?
3. ¿Qué reacciones suscitaron los problemas sociales derivados de la crisis?

14. Explica los siguientes términos:
1. Sobreproducción
2. Autarquía
3. Deflación
4. Inflación
5. Recesión
6-Mercado de valores
7-. Fascismo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

BIENVENIDOS

Desde este Blog les damos la bienvenida a todos ustedes y los invitamos a comunicarnos por este medio para mejorar nuestros contenidos, compartiendo e intercambiando conocimientos para ser capaces de responder a los desafíos que la sociedad impone a la educacion de Jovenes y Adultos, definida por una manifiesta responsabilidad social. Por ello, queremos poner énfasis en una educacion permanente y responsable a traves de la tecnologìa que ahora esta a su disposiciòn.

Prof.Mario Raúl Soria

MENDOZA DONDE LA REVOLUCION DE MAYO LLKEGO EN JUNIO



Si nos atenemos a la terminología predominante en los libros de historia, el 14 de julio de 1789 estalló la “Revolución Francesa”, tremendo acontecimiento político, social e institucional que habría de generar una rotunda ruptura del statu quo vigente y que desencadenaría profundos cambios en Europa y en buena parte del mundo.
Sin embargo, hilando más fino, se puede comprobar que en dicha fecha lo que en realidad ocurrió fue un alzamiento virulento del pueblo de París, la capital de Francia, mientras que el resto de la nación fue ajeno a la conmoción ciudadana focalizada, en un primer momento, en la bella e inquieta Ciudad Luz. Es decir, que en aquel inolvidable e irrepetible 14 de julio de postrimerías del siglo XVIII se produjo una revuelta parisina puntual que aún no podía ser definida como “francesa”; la nacionalización del fenómeno vendría a continuación. De hecho, la “Revolución Francesa” fue en realidad, un largo, conflictivo y cruento proceso que, habiendo comenzado con la ya mítica “toma de La Bastilla”, habría de concluir años después con la restauración monárquica.

Análogamente, la confusión entablada entre momento y proceso revolucionario es extensiva a lo que conocen los argentinos desde que se instaló en el calendario la efeméride alusiva a la “Revolución de Mayo”. El derrocamiento del virrey Cisneros, provocado por sectores patriotas de la sociedad porteña, ingresó a la historia como un acontecimiento trascendente que involucró a toda la nación. No obstante esta percepción colectiva que la historiografía ha consagrado, no quedan dudas de que se trató de un movimiento protagonizado, durante aquel 25 de mayo de 1810, por los habitantes más destacados de la ciudad de Buenos Aires. En las décadas siguientes, la conmemoración del magno suceso, tanto en la capital de la República como en las ciudades y los pueblos del interior, se fijó en dicho día y mes. Paradójicamente, dada la vastedad territorial y los precarios medios de comunicación y transporte disponibles a principios del siglo XIX, en el resto del ancho y largo país de los argentinos la denominada “Revolución de Mayo” en forma explícita tuvo lugar en junio, lo que constituye un curioso galimatías no sólo cronológico.

La Revolución de Junio
Vísperas

En 1810 Mendoza era una próspera ciudad comercial de 18.000 habitantes que junto a las localidades de San Juan y de San Luis conformaba la Intendencia de Cuyo, región que fuera puesta bajo la dependencia del gobernador de Córdoba a poco de crearse, en 1776, el Virreinato del Río de la Plata. Con anterioridad, Mendoza había formado parte del Reino de Chile, con cuyo pueblo mantenía fluidas relaciones, tanto económicas como culturales y sociales. Por su parte, la nueva estructura jurisdiccional contribuyó a incentivar los negocios y el tráfico entre los mendocinos y el ya floreciente puerto de Buenos Aires. Por entonces, una tropa de carretas tiradas por bueyes o una recua de mulas cargada de mercaderías y correspondencia demoraba más de dos meses en atravesar la distancia que separa ambas ciudades, a razón de 2-3 leguas de marcha diaria, aunque “reventando caballos” el periplo podía reducirse a 12 o 15 días.



Por ello, no debería sorprender que el 25 de mayo de 1810 en Mendoza, así como en otros tantos lugares del interior proto-argentino, no haya pasado nada digno de mención. Tampoco hubo hechos destacables el 26 ni el 31 de mayo. Recién durante la segunda semana de junio de aquel frío otoño cordillerano, habían llegado rumores dispersos relacionados con la caída del régimen monárquico en la metrópolis española y con la existencia de cierto alboroto cívico en Buenos Aires, la capital virreinal. En tierras andinas, mientras tanto, había que esperar al 13 de junio para que el proceso de transformaciones iniciara su marcha.



En la noche de aquel día 13 arribó a Mendoza un jinete uniformado que traía la noticia oficial de la destitución del virrey y de la formación del primer gobierno criollo en el Río de la Plata. Manuel Corvalán, comandante de fronteras, era el portador de la novedad que fue comunicada de inmediato a las autoridades del lugar. Como es de suponer, la información que había llegado a la hasta entonces apacible villa era fragmentaria e, incluso, contradictoria, dado que el bando emitido por la Junta Provisional, por un lado se hacía cargo de la acefalía del gobierno español producida en la península ibérica y, por el otro, hacía votos de incondicional fidelidad y obediencia al rey Fernando VII, a la sazón cautivo de las tropas napoleónicas, contradicción que -dicho sea de paso- formó parte de la retórica patriótica durante buena parte de la gesta emancipadora.

Desarrollo
Para los mendocinos, la decisión de adherir al flamante gobierno porteño se complicó cuando, desde Córdoba, el gobernador intendente Juan Gutiérrez de la Concha no sólo recomendó desacatar el mandato invocado por la Junta sino que además ordenó al Delegado local que reuniera los efectivos militares con asiento en Mendoza y que los enviara urgente a la ciudad mediterránea. La idea era incorporarlos a la fuerza de represión que preparaban los contrarrevolucionarios para atacar la ciudad-puerto en estado de rebeldía y reponer a la autoridad “legítima”, es decir, al virrey.



Faustino Ansay, Subdelegado de Real Hacienda, Comandante de Armas, de Fronteras y del 1° Regimiento de Caballería de Mendoza, se manifestó de acuerdo con acatar la imperativa instrucción proveniente del gobernador cordobés y, también, con repudiar al movimiento subversivo triunfante en Buenos Aires. Idéntica opinión expresaron el Tesorero provincial, Domingo de Torres y Harriet; el Contador de la Real Hacienda, Joaquín Gómez de Liaño, y los demás funcionarios coloniales del distrito. Para ellos, acostumbrados a terciar en las frecuentes querellas que se entablaban entre cabildantes y vecinos de la zona, resultó una sorpresa mayúscula el toparse con la unánime posición tomada por los 46 ciudadanos más prominentes de Mendoza, quienes, en el Cabildo Extraordinario convocado al efecto para el 23 de junio, exigieron la adhesión al alzamiento cívico consumado en el Río de la Plata y nombraron un diputado para que viajara a la capital del virreinato en calidad de representante regional.



Luego de algunas marchas y contramarchas causadas por las maniobras del núcleo realista que pretendía ganar tiempo para facilitar la contrarrevolución cuya cabeza visible se aglutinaba en Córdoba, el partido patriótico consiguió apoderarse del control militar de la ciudad y destituir, el día 28 de junio, al comandante Ansay que había intentado consumar un golpe militar para revertir la situación. A renglón seguido, Isidro Sánchez de la Maza se hizo cargo de la Comandancia de Armas.



Si bien es indudable que la llegada de Corvalán, primer enviado de la Junta, apuró la iniciación de la “Revolución de Junio”, es dable reconocer que también ejerció notable influencia en el desarrollo de los acontecimientos la problemática interna que atravesaba por entonces la comunidad local; este clima doméstico sirvió de caldo de cultivo propicio para que la chispa rebelde proveniente de Buenos Aires detonara de inmediato. Efectivamente, las “fuerzas vivas” mendocinas -comerciantes, hacendados, profesionales, incluso clérigos- desde tiempo atrás cuestionaban la dependencia, tanto burocrática como política, que las ciudades cuyanas debían mantener con Córdoba, fruto de la reforma borbónica implantada a mediados del siglo XVIII. Que la distante cabecera de la Gobernación-Intendencia ejerciera jurisdicción sobre toda la región de Cuyo, era motivo de frecuentes conflictos y quejas de parte de los mendocinos que aspiraban a obtener la autonomía.



En este contexto, la noticia de la Revolución junto a la promesa anunciada por parte de la Junta Provisional de incorporar delegados provinciales para constituir un gobierno amplio y representativo a nivel nacional, fue apoyada con genuino entusiasmo por los sectores influyentes y por el pueblo llano de Mendoza. Similar actitud, impulsada por motivaciones autonómicas y libertarias de intensidad diversa, pudo observarse en San Juan, San Luis, Santiago del Estero, Catamarca, Salta, Tucumán y, también, en poblaciones del Litoral y la Mesopotamia. Los máximos referentes de dichas provincias, salvo pocas excepciones, se persuadieron de que el movimiento revolucionario abriría la posibilidad de contar con autoridades regionales autónomas que fueran representativas de cada realidad puntual y de su idiosincrasia singular. Es así que, entre mediados de junio y principios de julio de 1810 el interior apoyó el pronunciamiento de los hombres de Mayo con la genuina expectativa de asegurarle a cada distrito una razonable libertad de acción y administración.

Desenlace
Luciendo flamantes jinetas de coronel, Juan Bautista Morón arribó a Mendoza el 10 de julio de 1810 con la misión de reclutar soldados para repeler la asonada realista que, a las órdenes de Santiago de Liniers, el obispo Orellana y el gobernador Gutiérrez de la Concha, se había atrincherado en la provincia de Córdoba. Por las dudas, Morón detuvo a los funcionarios leales a la Colonia que acababan de ser destituidos por el cabildo mendocino; los cargó con pesados grillos y los envió a Buenos Aires en calidad de detenidos. (Uno de ellos, Ansay, vagó durante 12 años por los presidios y los campos de concentración de prisioneros que existían o fueron creados por entonces. A pesar de ello, el tozudo aragonés se consideraba un hombre de suerte, dado que por poco no estuvo en Cabeza de Tigre enfrentando el pelotón de fusilamiento que acabó con la vida de Liniers y los demás complotados).


El día 26 la Junta de Gobierno bonaerense nombró al coronel José Moldes en calidad de Teniente Gobernador de Mendoza, designación que daba por tierra con las cándidas expectativas locales de elegir un gobierno propio. Moldes traía instrucciones terminantes en cuanto a cómo conducir la ciudad de acuerdo a los designios de la autoridad central que, no obstante el “discurso” previo, desestimaba la participación de los lugareños en el manejo de los asuntos públicos. Los mendocinos comprometidos con el cambio en ciernes empezaban a comprender que el proyecto político porteño no suponía el respeto a las autonomías provinciales ni tampoco consentiría la conformación de un órgano colegiado como instancia superior de gobierno.

Epílogo
La Junta Grande recién pudo comenzar a deliberar en Buenos Aires en diciembre de 1810. Desde el principio, el cuerpo colectivo fue el campo de batalla en el cual las facciones en pugna -saavedristas y morenistas- dirimieron sus diferencias. A propósito de la forma de gobierno, los primeros sostenían la necesidad de que este organismo asumiera un rol ejecutivo; los segundos, en cambio, afirmaban que, frente a la situación de guerra que se abatía sobre el país, era necesario contar con un gobierno fuertemente centralizado que fuera lo menos deliberativo posible. Además, decían que los diputados del interior en su mayoría representaban a sectores conservadores comprometidos con el régimen anterior y que, en esta nueva instancia, se debía aceptar el tutelaje de espíritus progresistas y decididos, que venían a ser ellos, la elite porteña.


Al cabo de algunos meses de funcionamiento caótico, un pusch preparado en la capital obligó a disolver la junta ampliada, mientras que los diputados del interior fueron conminados a abandonar la ciudad-puerto y a volver a sus respectivas provincias. A continuación, asumió el gobierno un triunvirato cuya misión principal se orientó a acentuar el proceso de centralización y militarización del poder político iniciado en mayo de 1810.


La esperanzada “Revolución de Junio”, que estalló simultáneamente en diversos lugares de la incipiente república se había malogrado a poco de comenzar y se apagó junto con el mes que la vio nacer. Desde entonces, los argentinos, tanto de Buenos Aires como del Interior, conmemoramos la “Revolución de Mayo”, que es la que triunfó.

“Para Buenos Aires, mayo significa independencia de España y predominio sobre las provincias. Con razón quiere tanto ese día”.

Juan Bautista Alberdi


Pandemias

¿Qué es una pandemia?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece seis fases de alerta pandémica cuando un virus se convierte en una amenaza. De acuerdo con el organismo internacional, una pandemia es un brote epidémico que afecta a todo el mundo. Las pandemias de la gripe son fenómenos poco frecuentes, pero recurrentes. "Típicamente se han producido a intervalos de entre 10 y 50 años a lo largo de la historia. En el siglo XX se produjeron tres pandemias: la de 1918, que provocó unos 40 millones de muertes, la de 1957, en la que murieron más de dos millones de personas, y la de 1968, con cerca de un millón de víctimas", señala la OMS.
Las pandemias de gripe ocurren cuando aparece una cepa nueva de virus contra la cual la mayoría de la gente no tiene inmunidad natural. Los expertos creen que han estado ocurriendo a intervalos regulares desde al menos el siglo XVI.
Los científicos clasifican los virus de gripe según sus proteínas externas: H por hemaglutinina y N por neuraminidasa. Hay 16 tipos H diferentes y nueve tipos N diferentes, pero las cifras diferencian meramente las cepas y no indican mayor severidad.
Como ya se mencionó en el siglo XX hubo tres pandemias de gripe. Funcionarios mundiales de salud están observando cuidadosamente los actuales brotes de gripe porcina en México y Estados Unidos para ver si existe el riesgo de que este virus detone la pandemia siguiente.
Lo que sigue es un vistazo a algunas pandemias ocurridas en el pasado :
- 1918. La pandemia de gripe española que inició en 1918 fue posiblemente el brote más mortal de todos los tiempos. Fue identificada primero en Estados Unidos, pero fue conocida como gripe española porque recibió más atención de los medios en España que en otros países, los cuales estaban censurando a la prensa durante la Primera Guerra Mundial. La gripe de 1918 fue una cepa H1N1 -diferente a la que afecta actualmente a México y Estados Unidos- y atacó mayormente a adultos jóvenes sanos. Los expertos calculan que causó la muerte de entre 40 uy 50 millones de personas en todo el mundo.¡
- 1957. La pandemia de 1957 fue conocida como gripe asiática. Fue causada por una cepa H2N2 y fue identificada primero en China. Hubo dos olas de enfermedad durante esta pandemia; la primera ola atacó principalmente a niños, mientras que la segunda afectó mayormente a ancianos. Esta causó cerca de dos millones de muertes en el mundo.
- 1968. La pandemia más reciente, conocida como gripe de Hong Kong, fue la más leve de las tres pandemias del siglo. Fue detectada primero en Hong Kong en 1968 y se extendió globalmente en los dos años siguientes. Las personas más susceptibles al virus fueron los ancianos. Aproximadamente un millón de personas fallecieron por la pandemia de cepa H3N2.
En 1976, una cepa de influenza porcina comenzó a infectar a las personas en Fort Dix, Nueva Jersey, y preocupó a los funcionarios de salud estadounidenses porque se creía que el virus estaba vinculado con el que provocó la gripe española de 1918. Cuarenta millones de personas fueron vacunadas pero el programa fue interrumpido después de que varios casos del síndrome de Guillain-Barré, un trastorno grave y algunas veces fatal vinculado a algunas vacunas, fueron informados. El virus nunca se movió fuera del área de Fort Dix. La gripe aviaria H5N1 es la amenaza de pandemia más reciente. Apareció por primera vez en 1997 y continuó infectando a los humanos que tenían contacto directo con gallinas. El virus H5N1 o gripe aviar no se propaga fácilmente de una persona a otra. Desde el 2003, el virus H5N1 ha infectado a 421 personas en 15 países y ha provocado la muerte de 257. Ha matado o provocado una matanza selectiva de más de 300 millones de aves en 61 países en Asia, Oriente Medio, Africa y Europa.
En todo caso, las autoridades del organismo mundial han insistido en que aún se pueden minimizar los efectos de este brote de gripe porcina, pese a que ya se ha verificado su transmisión de persona a persona. En qué consiste cada fase:Fase uno: El virus de la influenza circula entre animales y no se reporta la transmisión a humanos. Fase dos: El virus presente en animales domésticos y salvajes infecta a los humanos, por lo que se considera que una pandemia se puede desarrollar. Fase tres: Grupos pequeños de personas adquieren la infección. El contagio entre humanos ocurre de forma limitada y bajo circunstancias específicas. Sin embargo, el hecho de que el virus se transmita entre personas no necesariamente significa que causará una pandemia. Fase cuatro: Se verifica la transmisión entre personas y el virus causa brotes de la enfermedad en comunidades. En esta etapa aumenta el riesgo de que se desate una pandemia, pero no necesariamente significa que sea inminente. Fase cinco: Se caracteriza por el hecho de que el virus se esparce entre humanos en al menos dos países de una misma región del mundo. La declaración de esta fase es un mensaje claro de que la pandemia es inminente y que el tiempo para que se implementen medidas para mitigar la infección es breve. Fase seis: Ocurre la pandemia, es decir, la enfermedad está presente en distintas regiones del mundo. En la fase siguiente, que se genera después de que el virus alcanzó su punto máximo, los niveles pandémicos de la enfermedad se reducen. No obstante, es incierto si se producirán nuevas oleadas de la enfermedad. En el período posterior a la pandemia, la influenza retorna a los niveles normales de la gripe estacional. Se trata de la etapa de recuperación.


Influenza mortal: Mendoza ya lo vivió

En 1918 la fiereza de la gripe española conmovía al mundo. Llegó a la provincia, cobrándose 300 vidas. ¿Qué pasó ayer con esta epidemia? ¿Qué puede pasar mañana?

Desde el extranjero, varios individuos llegaron a la provincia de Mendoza y se alojaron en la casa de unos parientes españoles que vivían en la ciudad. A los pocos días, los viajeros comenzaron a sentir síntomas de decaimiento, fiebre muy alta y mucha tos. Con el correr del tiempo, la situación de los enfermos era cada vez más grave. Este cuadro virósico se extendió a los vecinos y la enfermedad comenzó a propagarse con rapidez entre los habitantes.

Los diarios informaban que existía una epidemia en España y que había cobrado gran cantidad de víctimas.

El gobierno de la provincia tomó medidas sanitarias y llamó a los mejores facultativos para detectar cuáles eran las causas de la epidemia.

Desde el ente de salud señalaron que se trataba de un virus denominado influenza H1N1 y que si no se tomaban acciones profilácticas inmediatas podría causar la muerte de gran parte de la población.

Esta historia se desarrolló a mediados de 1918, pero tiene mucha actualidad, desgraciadamente, al compararla con la reciente epidemia de “gripe porcina” o “mexicana” que está causando centenares de muertos en el país azteca y que amenaza extenderse. Entonces, ¿qué pasó ayer, qué puede pasar mañana?

El mundo afiebrado

Corría 1918 y la Primera Guerra Mundial estaba a punto de finalizar, pero comenzaba una nueva batalla; ahora contra el virus H1N1.

Esta epidemia, mal llamada “gripe española”, tuvo su primer caso en Kansas, Estados Unidos, el 4 de marzo de ese año. Por entonces el virus sólo causaba una dolencia respiratoria leve, aunque muy contagiosa, como cualquier gripe. En abril ya se había propagado por toda Norteamérica, y había cruzado el Atlántico para instalarse en Europa con las tropas americanas.

En Francia el mismo virus se extendió principalmente en la ciudad de Brest. Ya se sabía que causaba neumonía con rapidez y, a menudo, la muerte, sólo dos días después de los primeros síntomas.

Luego pasó a España en donde se contagiaron millones de personas. Era imparable. Los brotes se extendieron a casi todas las partes habitadas del mundo, empezando por los puertos y propagándose por las carreteras principales. Sólo en India hubo 12 millones de muertos.

Argentina no escapó del flagelo: en nuestro país se registraron más de 4.000 muertos.

Al finalizar la primera guerra (1914-1918) murieron nueve millones de personas. La gripe española de ese mismo año acabó con la vida de 40 millones. Fue la peor de las tres epidemias mundiales de gripe del siglo XX (1918, 1957 y 1968) y, de hecho, la peor pandemia de cualquier tipo registrada en la historia.

¿Cómo se vivió en Mendoza?

Los pobladores de nuestra ciudad y algunos departamentos empezaban a enfermarse de esta “grippe”-como se escribía en aquel tiempo- contagiándose súbitamente, pero la respuesta de las autoridades sanitarias de la provincia fue inmediata y muy eficiente. Es probable pensar que estaban no muy lejanos los ingratos recuerdos de la epidemia del cólera producida a fines del siglo XIX.

Sin embargo, las autoridades nacionales no habían tomado ninguna decisión para atacar esta pandemia, ya que el gobierno nacional estaba pensando en los próximos comicios electorales.

Esto causó el desagrado de los funcionarios locales.

Todos los días, más y más personas se enfermaban y la asistencia pública no daba abasto con los enfermos que llegaban para internarse. Los más graves eran trasladados a las llamadas casas de aislamiento en donde se les asistía intensivamente.

Los focos de mayor infección se habían ubicado en las calles Chile, General Paz, Godoy Cruz hasta Barcala. También se tenían noticias de que en los departamentos de Luján y de General Alvear la epidemia se había cobrado gran cantidad de vidas.

Ni el gato quedó en la calle

Fue tal el contagio masivo que hasta los principales miembros del gobierno estaban enfermos, pero no por eso dejaron de ejecutar acciones para frenar la “gripe española”. En la ciudadanía cundió el pánico pero, inmediatamente, el entonces director de salud, doctor Eduardo Teseire, ordenó el cierre de la frontera con Chile y formar un cordón sanitario en la localidad de Las Cuevas.

También se decretó la suspensión de las actividades escolares por varias semanas. Se suprimieron las actividades recreativas y públicas, ordenándose el cierre de teatros, confiterías y cines. Por ordenanza municipal se tomaron las precauciones para que los vendedores de carnes, verdura y otros alimentos, cumplieran al máximo con la higiene.

Además se desinfectaron los templos de la ciudad y se pidió a los fieles que no concurrieran masivamente a las iglesias por el contagio de la enfermedad. Hasta se suspendieron los partidos de fútbol, que en aquel momento comenzaban a ser una pasión para los mendocinos.

Las calles de la ciudad estaban desiertas, no había tranvías, los negocios estaban cerrados y se veía muy pocos carros transitando las avenidas.

La poción salvadora

En aquel momento no existían los barbijos, ni guantes de látex, ni gel para prevenir este virus.
Tampoco había un medicamento que pudiera curar la enfermedad, como hoy es el caso del oseltamivir, comercialmente llamado Tamiflu.

Solamente los facultativos recetaban un medicamento a base de esencia de canela y alcohol que debían dar al paciente, en una cucharita, disuelto en agua azucarada cada tres horas. Habían otras pócimas salvadoras que vendían las farmacias de la ciudad.

Como toda epidemia, con las medidas tomadas y con el tiempo, fue decreciendo. Poco a poco, la población comenzó a recuperarse de aquella gripe. Lo que no se publicó entonces fue que, al menos, 300 mendocinos fallecieron.

La peste negra 1

La peste negra 2

1ro de Mayo DIA DEL TRABAJADOR

Dicepolo y el peronismo

Cambalache